Esta noche murió en su casa de Barrio Parque Franco Macri, el padre del Presidente. Durante el último tiempo su estado de salud era delicado.
Mauricio Macri había llegado hoy por la mañana a San Martín de los Andes, en Neuquén, junto a su esposa, Juliana Awada, su hija Antonia y algunos amigos con quienes planeaba pasar el fin de semana largo en el sur del país. Se espera que el Presidente regrese cuanto antes a Buenos Aires.
La vida de Franco Macri
Con 88 años, Franco Macri llegó esta noche a la estación final de un camino que comenzó en la campiña romana de 1930, atravesó las crisis italianas del período de entreguerras, se enfrentó a una inmigración y cobró especial dinamismo en la Argentina de los ’90, cuando el empresario adquirió la relevancia que lo colocó en el Olimpo de los hombres de negocios locales junto a otros apellidos como los Rocca, los Bulgheroni y los Soldati.
Macri se resistió a dejar este mundo, algo que corrobora la victoria sobre al menos dos infartos, una hemorragia interna que hace dos años intentó sin éxito llevárselo antes de tiempo y una rotura de cadera a principios del año pasado que lo confinó al reposo casi permanente en sus últimos días.
Visto de manera retrospectiva, la vida de Macri podría servir para sostener la afirmación nietzscheana sobe el eterno retorno de las cosas, más aún si se le suman los pasos de su hijo Mauricio en la política. Las anacronías son llamativas. Por caso, la familia paterna de Franco, cuya ascendencia sobre el promogénito fue muy fuerte según sus propias palabras, era dueña de una fortuna considerable en Calabria a través de la propiedad de tierras en el pueblo de San Giorgio Morgeto, donde tenían una concesión pública para prestar el servicio de correos.
Domingo Cavallo haya tocado ese nervio en la memoria de Franco a principios de los ’90, cuando lo convenció de tomar la concesión del Correo Argentino para competir con OCA, la empresa identificada con Alfredo Yabrán, amigo del entonces presidente Carlos Menem y por quien Cavallo tenía un desprecio visceral. Las memorias familiares le jugaron una mala pasada al padre del Presidente: aunque no quería avanzar en el negocio, aceptó el encargo del exministro, que le prometió una bonanza postal que nunca se cumplió. La estela de ese error aún complica la contabilidad de Socma, que en sus números cuenta como principal activo una deuda superior a los US$450 millones por los incumplimientos del Estado.
Hay más ejemplos de la influencia del antes en el ahora. Giorgio Macri, padre de Franco y abuelo de Mauricio, convivió muchos años con el llamado de los negocios y de la política, algo similar a lo que le ocurrió al Presidente y piedra angular de la pelea que lo mantuvo alejado de su padre durante años. Al igual que su nieto, aunque con mucho menos éxito Giorgio, participó de la fundación en 1946 del partido L’Uomo Qualunque (una traducción aceptable podría ser “Del hombre común”) y de la misma manera que su hijo fue el gestor de una empresa constructora que tuvo un momento de gloria cuando se expandió a África.
La inclusión de la política en la vida de la familia Macri parece envuelta en una paradoja. Franco, que se peleó con Mauricio cuando le informó que dedicaría su vida a la política, se ocupaba de la correspondencia del partido político que lideraba su padre, que llegó a editar una colección de escritos propios. Pero la paradoja aparente, no es tal: Franco no quería que su hijo atravesara el camino que él mismo ya había recorrido.
Para entender las fricciones entre Franco y Mauricio quizás sea más conveniente atender a la historia personal del primero. Franco tenía un afecto reverencial por su padre, Giorgio. Él mismo lo puso en palabras en una biografía: “Lo que más influyó en mi desarrollo intelectual no fue la escuela, sino vivir con mi padre. Él me enseñó a entender y valorar las inevitables diferencias que nos hacen a todos seres individuales. La educación, la nacionalidad, la experiencia, los sentimientos, las cualidades morales e intelectuales”, dijo.
Las palabras anteriores permiten pensar que Franco esperaba de sus hijos lo mismo que él le había dado a su padre, aunque Mauricio dio un paso al costado, según él sostuvo, porque por mejor que hiciera las cosas en la empresa familiar, siempre iba a ser identificado como el hijo de su padre.
El Presidente dijo que perdonó a Franco. Años después, el padre parecía haber hecho lo mismo. En una carta, escribió: “Debo reconocer, haciendo honor a la verdad, que siempre pensé que mi hijo Mauricio iba a reemplazarme un día en el manejo de mis empresas. Soy italiano, europeo y por tradición- más allá de que el afecto por los hijos se extienda en forma igual para todos- el hijo mayor, sobre todo si es varón, suele tener una primacía especial”.
La prosa de Franco muestra también un reconocimiento de los problemas llamativo para una familia promedio. “Mucho se ha hablado de la relación conflictiva entre nosotros. Más por mi culpa que por la de él y muchas veces porque la prensa desvirtuó mis declaraciones. Traté de ser el mejor padre que pude. Tal vez le puse una vara demasiado alta con mis expectativas y con las cosas que yo había hecho, tal vez, como él mismo dice, competí con él cuando se fue convirtiendo en hombre”, explicó.
Macri pensaba que Mauricio no abandonó la empresa familiar por los enojos, sino por el secuestro que sufrió en 1991 a mano de una banda de comisarios. Según el padre, eso hizo que el Presidente entendiera que el tiempo de vida tiene un límite y aceleró los pasos en la dirección que prefería: la conducción de Boca y el lanzamiento hacia la política grande.
En la memoria de Franco ese episodio, el posterior secuestro de su hija Florencia y la muerte de Sandra, una de las hermanas del Presidente, fueron los dolores más grandes de su vida.
Franco llegó a la Argentina el 7 de enero de 1949 junto a sus hermanos Pía y Tonino. La familia de origen acomodado había comenzado a sufrir la escasez hacia 1943. Acá los esperaba Giorgio, que le consiguió trabajo de albañil en Ciudad Evita para la Sociedad Anónima de Obras Públicas (Sadop), pero rápidamente escaló posiciones. En el país cosmopolita, el hecho de no hablar una sola palabra de español no era una dificultad. El mundo de los ladrillos se convertiría en el medioambiente propicio para que Franco escalara todas las posiciones, hasta consolidar un emporio constructor.
El mismo dijo que aquí hizo su vida. Tuvo a sus hijos Mauricio, Sandra, Gianfranco, Mariano y Florencia. También a sus nietos Agustina, Gimena, Giannina, Francesca, Tania, Nicolás, Rodrigo, Franco, Paula, José y Antonia.
Los ladrillos marcaron la vida de la familia, en especial la del Presidente. Una de esas consecuencias figura en su documento de identidad, ya que Mauricio nació en Tandil mientras Franco se dedicaba a la construcción de la planta de Loma Negra. Desde los cinco años, el hijo acompañó al padre a las obras.
Macri fundó su primera constructora en 1950, pero recién en 1959 consiguió cambiar de escala. Fue el trampolín hacia la década siguiente, cuando consolidó un pequeño emporio que se extiende hasta hoy. En los 20 siguientes años del calendario surgirían las naves insignia de lo que habitualmente se llama Grupo Macri: en 1969 se asoció con Fiat para fundar Impresit Sideco, que desde en 1982 se rebautizó como Sideco Americana, una compañía que sigue activa y hasta hace poco tiempo cotizaba en la bolsa porteña. Iecsa fue fundada en 1977. En la década pasada los Macri se la vendieron a su primo Angelo Calcaterra, que quedó enredado en el escándalo por el soterramiento del tren Sarmiento.
El 19 de enero de 1976 nació la emblemática Sociedad Macri, más conocida como Socma, el holding que agrupó a las “arañas”, como las llamaba Franco.
Algunas palabras de Franco parecen perdurar en la política que intenta llevar adelante su hijo. Escribió una vez: “Si la economía nacional se hubiese abierto paulatinamente, con una precaución y una planificación constante, habría sido posible consolidar una burguesía empresaria auténticamente argentina”.
Las empresas de Macri hicieron puentes, gasoductos, edificios, rutas, plantas industriales, electrificación de ferrocarriles, produjeron películas, participaron en el sector agroindustrial, recolectaron residuos, brindaron el servicio de vuelos para ejecutivos (a través de Macair).
Mauricio creció en esas empresas y se relacionó con la dirigencia de distinto tipo. Un día el titular de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), Lorenzo Miguel, le preguntó a Franco si podía llevarse a Mauricio para prepararlo para presidente.
Pese a su amor por los ladrillos, el nombre de Macri está pegado a la industria automotriz. En 1982 Franco compró a Fiat el 85% de Sevel, que se convirtió en fabricante de los productos de la marca italiana, de Peugeot y en algunos casos de la norteamericana General Motors. La empresa llegó a facturar US$5000 millones al año.
Los planes industriales de Macri chocaron con la fuerte apertura de la importación de principios de los ’90, que trabó la reconversión a la que se debía someter el sector productivo según la mirada del empresario.
En 1999, el grupo PSA tomó el control de las acciones de Sevel, que cambió su nombre a Peugeot-Citröen de Argentina.
Los negocios convirtieron a Franco en un personaje de altísima exposición pública. Juntó fotos con el Papa Juan Pablo Segundo, con quien inauguró una iglesia en el Mercado Central; con la actriz italiana Sofía Loren, con políticos del mayor fuste y con la crema y nata del empresariado local.
En los ’70, cuando la costanera porteña no pronosticaba su brillo actual, Franco consideró que debía lanzarse a la compra de todos los terrenos que pudiera en el lado este de Alem. El ejemplo más notorio de ese raid es el lote de Avenida del Libertador y 9 de Julio, donde se eleva el denominado “Rulero”. Allí funciona aún Socma.
La expansión local lo condujo hasta Manhattan, donde las empresas de Franco estuvieron a punto de construir el mayor complejo residencial de Nueva York. Cuando el camino parecía allanado, se encontraron con un competidor local que no estaba dispuesto a perder: el actual presidente de los Estados Unidos. Franco lo describió así: “Mis dificultades en Nueva York se agravaron al aumentar sus presiones el principal opositor, Donald Trump, apoyado por el Chase Manhattan Bank. Tuve que vender porque el Chase me pidió una garantía absurda. Pedí al gobierno argentino el aval comprometiéndome a que, con las ganancias del proyecto, pagaría la deuda externa argentina que era en esa época de US$3000 millones. La respuesta fue negativa y, finalmente, le vendí a Trump, quien fue financiado, como no podía ser de otro modo, por el Chase Manhattan Bank.”
La pelea comercial fue el inicio de una relación cordial entre los Macri y Trump. En su libro “A West Side Story”, Trump recuerda la negociación con Franco de manera positiva. “Macri es una gran persona con buenas intenciones”, dice en un fragmento.
Macri también tuvo injerencia en el desarrollo de compañías tecnológicas. Movicom, la primera operadora de servicios de telefonía celular en América Latina lo tuvo como actor principal, en una sociedad junto a BellSouth, Motorola y el Citibank. También creó Philco, que surgió de de la unión societaria de Macri con una de las grandes multinacionales japonesas, la Nec-National Electronic Corp.
Franco tuvo también una presencia extendida en las centrales empresarias. Fue presidente de Adefa, la asociación que reúne a los fabricantes de autos, fundó el influyente grupo Columbus, que tuvo llegada a George Bush y a Bill Clinton, aunque fracasó en su intento de crear un mercado único en la región, y estuvo al frente de IDEA. Escribió tres libros, decenas de artículos periodísticos y discursos.
Hacia fines del alfonsinismo Franco comenzó a mirar insistentemente a China. Su agenda marca que en 1988 inició las relaciones comerciales con ese país al firmar un primer contrato para la fabricación de piezas para explorar petróleo. Dos años después, recibió al presidente chino Yang Shangkun en su quinta argentina de “Los Abrojos”. Diecinueve años después, es relación le dio frutos. En 2007, la china Chery Automobile y el grupo que encabezaba Franco se asociaron y crearon Chery Socma. Hoy venden unas 400 unidades al año y son el negocio sobresaliente de Socma.
En el epílogo de un libro que le hicieron sus colaboradores, lamentó que a lo largo de sus años de empresario tuvo poco apoyo político, sufrió el secuestro de dos de sus hijos y enfrentó períodos económicos complicados.
Franco tuvo una relación inestable con el kirchnerismo. Pasó de ser un acérrimo defensor del modelo en contra de los intereses políticos de su propio hijo a invertir por completo sus posiciones y celebrar la llegada de su primogénito a la Casa Rosada.
El ex secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, llegó a decir que “si la Argentina tuviera 10 más como Franco, este sería otro país”. Pero el mismo funcionario fue quien entró a los gritos a las oficinas del Correo Argentino en 2003, echó a los ejecutivos y actuó como espada de Néstor Kirchner para avanzar en la expropiación. Macri escribió en su blog que pese a los desaguisados, cuando asumió que no había marcha atrás en la decisión presidencial, le regaló al secretario un cuadro con la pintura del líder nicaragüense Augusto Sandino. “A pesar de que la medida nos perjudicó y que inicié el juicio correspondiente pensé, ingenuamente y siempre creyendo que mi voto había sido la mejor alternativa, que era una decisión política que se apoyaba en la idea de que ciertos servicios deben ser manejados por el Estado y seguí apoyando la gestión de Kirchner”, reconoció Macri.
Ya con el kirchnerismo fuera del poder, Franco le quitó cualquier cepo a sus palabras. En mayo de 2016, escribió en Twitter: “Que Guillermo Moreno sea hoy el vocero del gobierno anterior confirma la incapacidad que siempre tuvo la expresidenta para elegir su gente”.
Los últimos años de Franco estuvieron lejos del brillo que había alcanzado en los ’90. Su universo de negocios se achicó raudamente. Sevel había llegado a tener una dotación de 25.000 empleados y fue por 10 años el mayor empleador de la Argentina. Los miembros actuales de Socma que perduran en la empresa de aquella época, recuerdan con cierta nostalgia esos años, ya que hoy la empresa no supera los 50 empleados y en 2017 tuvo una facturación de $ 4,98 millones, que representan unos US$ 262.000, según confirmó LA NACION.
Sus apariciones públicas siguieron el mismo camino. De la presencia constante en los grandes diarios redujo casi toda la difusión de su pensamiento a un blog, donde se trasluce la melancolía por la masividad anterior. Allí, el padre del Presidente mostró un alto nivel de actividad pese a la edad, escribiendo notas, recordando anécdotas y aportando su visión sobre el futuro argentino. Fue la última forma de intercambio frecuente de manera abierta. Una de sus notas en las que explica su relación con su hijo, sumó más de 130 comentarios. El se encargó de responderlos uno por uno.
FUENTE:LANACION