La recuperación de materiales y el reciclado de metales tienen beneficios significativos en comparación con la minería en términos de uso de recursos no renovables como la tierra, en el consumo de energía, emisión de sustancias peligrosas, generación de residuos y emisiones de dióxido de carbono (CO2), principal gas de efecto invernadero.
La minería de oro con lixiviación de cianuro tiene importantes impactos ambientales. Entre todos los metales, el oro puede distinguirse por dos cosas, su producción en cantidades muy pequeñas y la enorme alteración ambiental que genera su extracción (como la explotación de montañas). El oro es el metal que más emisiones de CO2 genera al ambiente en su etapa de extracción primaria; además de otro tipo de impactos como generación de aguas residuales, dióxido de azufre y el consumo de energía. Reproduciendo una proyección conservadora, sabemos que para producir 1 gramo de oro se necesitaran: 380 litros de agua, 2 litros de gasoil, 43,6 kwh electricidad, 1,1 kilogramos de explosivos y 850 gramos cianuro de sodio.
Mientras una mina de oro puede generar 5 ó 6 gramos del metal por tonelada de materia prima, esa cifra aumenta hasta los 350 gramos por tonelada cuando la fuente es un aparato electrónico desechado. Los datos aparecen en un estudio conjunto de la Universidad Tsinghua de Pekín, una de las más prestigiosas de China, y la Macquarie en Sídney.
El caso del cobre también es significativo: la industria de reciclaje de este metal incluye un ahorro de un 85% en relación a la producción primaria, que es la extracción y conversión del cobre. Técnicamente no hay límites para la cantidad de veces que el cobre puede ser reciclado en nuevos productos. No importa cuán a menudo se recicle el cobre, al refinarse, siempre mantendrá sus propiedades benéficas sin pérdida de calidad.
Y así podemos dar ejemplos de todos los metales.
En nuestro país el único suministro de metales es la producción primaria, es decir la minería a cielo abierto.
Argentina, por ejemplo, tiene los indices más altos de consumo de teléfonos celulares por persona en la región, se estima más de dos aparatos per cápita. Esto tiene que ver con los avances de diseño y tecnología que a los argentinos nos gusta.
Según un estudio de Greenpeace cada argentino desecha 7 kilos de basura electrónica por año. Lo que representa 300 mil toneladas de residuos electrónicos o RAEES que resultan una amenaza para nuestra población y el ambiente que nos rodea porque, en su mayoría, se desechan con la corriente de residuos domiciliarios.
La industria del reciclado de minerales, o minería urbana, que no es otra cosa que el recupero de los metales existentes en los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAAE´S) en nuestro país no cuenta con una legislación para su promoción, como al contrario sí goza la minería.
Los RAEE´s son de los residuos más sofisticados por la cantidad de componentes de valor que tienen. Según estudios de la Unión Europea el 25 % de sus componentes son reutilizables, como partes que pueden utilizarse como repuesto o reemplazo o para otro fin, el 72% reciclaje, como el plástico, los metales ferrosos etc., y el 3% son potencialmente tóxicos como el plomo, mercurio, berilio, cadmio, cromo, sustancias halogenadas, etc.)
El reciclado de los RAEE a través de la minería urbana tiene un doble impacto positivo:
1) permite recuperar metales o materiales que son cada vez más escasos y cuya obtención, a través de la minería, requiere más recursos.
2) al mismo tiempo, al ser rescatados de la corriente de residuos para ser recuperados disminuye el impacto que estos residuos generan en el ambiente al degradarse en basurales, contaminando las napas de agua, los suelos y el aire.
La Unión Internacional de Telecomunicaciones, una agencia de Naciones Unidas, estima que alrededor de 45 millones de toneladas de residuos de aparatos electrónicos se generaron en 2016. Y se espera que esa cifra alcance las 50 millones de toneladas para 2021.
Tan solo en 2016, 435.000 toneladas de celulares fueron desechados, pese a que contenían materias primas calculadas en hasta US$11.000 millones.
Al no tener normativa que clasifique a los RAEE´s como residuos especiales que requieren un tratamiento diferente, estos son descartados con el resto de los residuos una vez finalizada su vida útil, y terminan literalmente en la basura.
No hay en nuestro país tecnología instalada para el recupero de los minerales para ser reciclados precisamente porque no contamos con una legislación que obligue a los grandes productores y generadores a separar estos residuos y enviarlos a centros de reciclado.
Como sí sucede en Europa o Estados Unidos en donde los productores tienen la obligación de recuperar los aparatos eléctricos y electrónicos al final de su vida útil.
Como consecuencia, empresas que se dedican a separar y clasificar los RAAEs y sus componentes en nuestro país, deben exportar las plaquetas, que es la parte que contiene los metales, a países que cuentan con tecnologías instaladas para su recupero. Es decir que la parte ambientalmente más positiva del proceso, termina concretándose en otro país.
Entonces quizás, en vez de debatir minería si o minería no, lo cual plantea escenarios utópicos de ambos lados, porque obstruye la diversificación de la matriz productiva que tanta falta le hace a nuestro país, deberíamos plantearnos proyectos mixtos que contemplen la inversión en el recupero de los metales que se complementen con la minería tradicional en el caso que la demanda no se satisfaga solo con la recuperación.
Hay mucho por hacer, es hora de pensar proyectos que realmente permitan un desarrollo sustentable.
fuente: infobae