A la nueva década solo le tomó dos días mostrarle a la flamante administración de Alberto Fernández lo difícil que será aislar a la Argentina de la geopolítica global, lo complejo que es hacer equilibrio en un mundo dividido en bandos y lo peligroso que podría ser supeditar la relación con otros países a las necesidades políticas internas.
Qassem Soleimani era una especie de canciller, director de inteligencia y jefe de las fuerzas armadas de Irán, todo a la vez. Era también el segundo hombre más poderoso de ese país, y como tal, uno de los más influyentes en la historia reciente de Medio Oriente. Su muerte, en Irak, parece lejana a la Argentina. No lo es y, de hecho, podría afectar al país en por lo menos tres maneras diferentes.
Para empezar, llega en un momento en el que la Argentina vuelve a debatir la muerte de Alberto Nisman y, por detrás de ella, el atentado a la AMIA y la participación de Irán. La cercanía del quinto aniversario de la muerte del fiscal, la probable auditoría del peritaje de Gendarmería y el lanzamiento del documental de Netflix les recuerdan a los argentinos que la sombra de Teherán se insinúa -sea en la forma de Hezbollah o de las fuerzas Quds, de la Guardia Revolucionaria – sobre parte de la vida local.
Silencio y no injerencia
Hace unas semanas, la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, advirtió que mantener a Hezbollah en el registro de grupos terroristas sería “comprar un problema que no tenemos”. Tuvo que dar marcha atrás ante la reacción de la comunidad judía y la embajada de Israel y el llamado de atención de la Casa Rosada.
Ahora también cauteloso, el gobierno de Fernández aún no se pronunció sobre la muerte de Soleimani. Seguramente es consciente de que cualquier posición que tome será analizada con microscopio por propios y ajenas, adentro y afuera de la Argentina.
Ningún otro gobierno de América del Sur se expidió sobre la operación. Pero a diferencia de otras naciones regionales, el país fue blanco de dos atentados extremistas.
Incluso si Fernández se tienta con la postura no injerencista propuesta por la ministra Frederic y decide mantener el silencio y la distancia de lo que esa funcionaria llamó “problemas de la OTAN”, las necesidades económicas le recordarán que no es tan fácil mantener a la Argentina fuera del mundo. Esa será una de las tres maneras en que la muerte de Soleimani afectará al país.
1) Las mañas de Donald Trump
Pocos días después de que ganara las elecciones presidenciales, Fernández recibió el llamado del jefe de Estado norteamericano, Donald Trump, con la promesa de que contará con su apoyo cuando la Argentina se siente a negociar con el FMI.
Fue un buen augurio, una señal de concordia de un mandatario que se solía deshacer en elogios hacia el antecesor de Fernández, Mauricio Macri. Y fue también una advertencia de que ese respaldo tan vital para el país no será gratuito.
Eso ya se lo dejó claro el gobierno norteamericano a la Casa Rosada en otros dos temas en común. Desde mediados de noviembre, la administración Trump le llamó la atención a Fernández sobre su respaldo a Evo Morales en más de una ocasión; la última vez fue esta misma semana.
También hace pocos días, la embajada norteamericana publicó un sugerente tuit sobre la conveniencia de rechazar los sistemas de 5G chinos. Esa infraestructura de comunicaciones aun no llegó a la Argentina, pero lo hará pronto y la batalla con Pekín por el dominio tecnológico es uno de los desafíos que desvela a Washington.
Trump tiene varias mañas que condicionan su relación con el mundo. Además de cobrar en público sus apoyos, exige permanentemente demostraciones de lealtad y alineación total. No lo hace solo con los republicanos, también lo hace con mandatarios de otros países . ¡si lo sabrá el presidente ucraniano, Voledimyr Zelenski!
Con el asesinato de Soleimani, la escalada con Irán se transformó en el máximo conflicto para Estados Unidos hoy y en el corto plazo. Si la Casa Blanca reclama en público retribuciones en conflictos menos inmediatos y calientes como Bolivia o el 5G ¿qué demandará a cambio de su aval ante el FMI en el escenario de una guerra con Teherán y más incluso a un presidente cuyo partido alguna vez mostró cercanía a Irán?
Es una pregunta que debería inquietar a Fernández, en especial por las tensiones que desnudaría semejante exigencia dentro del kirchnerismo.
La intensidad de la alineación reclamada por Washington probablemente esté atada a la dimensión de la escalada en Medio Oriente. Y allí habrá también otro condicionante para la Argentina.
2) La respuesta de Irán
La operación que terminó con la vida de Soleimani fue tan sorpresiva como incierto es su impacto regional y global. Los analistas no se ponen de acuerdo en cuáles serán los próximos pasos y blancos en esta batalla abierta entre Estados Unidos e Irán. Algunos hablan de un momento bisagra que desatará una guerra nunca vista en Medio Oriente; otros anticipan acciones contenidas y argumentan que a ninguno de los protagonistas le conviene una contienda explosiva y expandida, al punto de que la consultora Eurasia solo encuentra un 10% de probabilidades de un conflicto bélico.
El presidente Trump dijo hace unas horas que el ataque estuvo destinado a “prevenir una guerra” pero que su país está preparado para cualquier respuesta. Es decir, espera la represalia de Teherán. Cómo y cuándo llegará es un misterio por ahora.
Pese a que se convirtió en estos años en el polo central de poder político y militar en Medio Oriente, Irán no está en su mejor momento. Las sanciones asfixian su economía y el descontento social desembocó en protestas que dejaron cientos de muertos en los últimos dos meses.
La situación interna no colabora para que los ayatollahs lancen una ofensiva masiva, pero las alas más extremistas del régimen no permitirán que la muerte de Soleimani quede sin venganza.
Si descarta entonces una guerra tradicional ¿a qué retaliación apelará Teherán? ¿Será una ciberguerra o una amplia embestida terrorista? ¿Será una ofensiva contra la infraestructura petrolera regional o ataques masivos a intereses norteamericanos e israelíes en el mundo?
Precisamente dónde será es la pregunta que podría afectar a la Argentina. Irak ya se alista para ser el escenario central y descarnado del enfrentamieto entre Estados Unidos e Irán. Sin embargo, algunos analistas señalan que Teherán buscaría blancos más lejanos e inesperados, en terceros países, en América Latina o África Occidental.
El gobierno de Fernández puede pensar que no sufrirá consecuencias si se mantiene neutral. Pero ¿qué postura tomará si el blanco es alguno de los vecinos de la Argentina? ¿Podrá mantener su no injerencia?
3) El precio del petróleo
Una de las primeras señales de que la muerte de Soleimani afectará a la Argentina vino con el precio del petróleo. Ya en la mañana el barril de Brent, el precio de referencia para la producción local, escaló hasta su mayor costo desde septiembre.
El impacto del precio del petróleo es, obviamente, global; no hay país exento. Pero la Argentina es una de las naciones con mayor inflación del planeta y su economía y su sociedad son más sensibles que otras a la variación de los precios de los combustibles y, en definitiva, la volatilidad del crudo.
No por nada el Gobierno ordenó a YPF dar marcha atrás con el aumento de los combustibles la semana pasada, a pesar de que la decisión pone en alerta a inversores y productores de Vaca Muerta.
Con la escalada, esa volatilidad del crudo será una constante, y más si la infraestructura petrolera del Golfo es uno de los blancos de la represalia iraní. Hasta dónde llegará el Gobierno para contener ese impacto en el bolsillo de los argentinos es otra de las preguntas que deja la muerte de Soleimani en Irak.