En el INBIOP, en la ciudad de Comodoro Rivadavia, Chubut, estudian microorganismos que tienen la capacidad de degradar compuestos que suelen hallarse en desechos agroindustriales y convertirlos en aceite.
Héctor Álvarez es el investigador principal del CONICET y director del Instituto de Biociencias de la Patagonia (INBIOP, CONICET-UNPSJB) quien halló -durante su estadía como becario en Alemania, trabajando con microorganismos productores de bioplásticos- bacterias con la capacidad de producir aceites.
“A partir de allí comencé a investigar los aspectos científicos básicos de la producción de aceites a partir de bacterias y se creó una nueva línea de investigación, que es la que estamos desarrollando actualmente en el INBIOP, en la ciudad de Comodoro Rivadavia, Chubut”, explica.
El suelo es una fuente inagotable de microorganismos. En una pequeña porción de tierra, pueden encontrarse millones. Estas bacterias en particular (del género Rhodococcus) cumplen dentro del ecosistema una función básica: el reciclado de la materia en el ambiente.
“Este grupo tiene una composición génica muy amplia que le confieren al microorganismo la capacidad de degradar muchos compuestos diferentes y transformarlos a través de su metabolismo en otros productos que son acumulados en el interior de la bacteria. Por ejemplo los aceites”, describe el investigador.
Estas bacterias que el grupo de trabajo denomina oleaginosas, debido a su capacidad de producir aceites, habitan en general en suelos áridos. “Por eso, es frecuente encontrarlos en la región semiárida de la Patagonia. Existe una gran diversidad microbiana en la región y por lo tanto un potencial biológico y genético muy importante”.
En la actualidad, el grupo de investigación trabaja en la bioconversión de diversos residuos agroindustriales en aceites. Por ejemplo: la glicerina, que es un residuo que proviene de la producción del biodiesel, los residuos que genera la producción de jugo de frutas, los de la producción de aceite de oliva y el suero lácteo, que es el residuo de la producción de quesos.
“Cada uno de estos residuos industriales requiere conseguir la bacteria adecuada que pueda degradarlos. Lo que hacemos en el laboratorio es, a través de estudios genómicos, identificar la características genéticas del microorganismo para determinar cuál se puede adaptar mejor al residuo que nos interesa tratar. Por ejemplo, si nosotros queremos tratar suero lácteo, el componente químico preponderante es un azúcar que se llama lactosa. Entonces las bacterias que van a funcionar son las que contengan los genes necesarios para degradar y asimilar este compuesto para convertirlo en aceites”, detalla.
“En general, este proceso no ha sido industrializado en ningún lugar del mundo. Estamos generando conocimiento de base para poder transferirlo a la industria, y es en este contexto que en la actualidad nos estamos vinculando con distintas empresas del sector industrial para poder aplicar algo que no existe. Es decir, una tecnología novedosa y adaptada a cada necesidad, para aportar soluciones a problemáticas actuales, como puede ser la gestión de diferentes residuos industriales, o para producir nuevos productos de una forma sustentable, como, por ejemplo, los aceites bacterianos que podrían servir como fuentes alternativas para la producción de biocombustibles, biolubricantes o una diversidad de oleoquímicos”, concluye.
fuente:elfederal