¿Alterará la victoria de los talibanes en Afganistán el mercado de las drogas en el mundo? La pregunta que se están haciendo los expertos no tiene respuestas claras, pero la abrazan las sospechas que así será. Con la restauración del Imperio Emirato de Afganistán, los talibanes, que han hecho del comercio de las drogas un negocio que les financió la guerra de 20 años contra Estados Unidos, tienen una posibilidad real de ampliar el negocio y subsidiar sus actividades terroristas. Quizás la única duda es cuándo se materializará de una forma en que moverá los mercados ilícitos de drogas.
Afganistán es el principal productor y exportador de opio en el mundo y es responsable de alrededor del 90% de la producción mundial de la heroína, que se consume mayoritariamente en Europa y Asia. De esos ingresos han vivido los campesinos y cientos de comunidades rurales por largo tiempo. Esto ha creado un imbricado tejido social que ha sido aprovechado por los talibanes, causantes del asombroso incremento de 37% de los cultivos de opio el año pasado, de acuerdo con un reciente reporte de la Oficina de Naciones Unidas para las Drogas y el Crimen, que subrayó la expansión de los campos de cosecha de 163 mil hectáreas a 224 mil, que se localizan mayoritariamente en los territorios bajo su control.
El dominio de los talibanes sobre este negocio ilícito comenzó a reconstruirse en 2006, cuando abandonaron los santuarios paquistaníes en los que se refugiaron durante los primeros seis años de la guerra que lanzó Estados Unidos en su contra, y crearon un sistema impositivo en toda la cadena de producción del opio; como así también rutas de distribución que conectaban con los grandes hubs de las drogas en Paquistán, Irán y Tajikistán.
Afganistán es considerada como una economía de opio, que equivale a poco más del 11% del Producto Interno Bruto -la Corporación Rand en Santa Mónica California, estimó recientemente que podría llegar al 30%-, donde trabajan cerca de tres millones de personas que generan un valor que excede el de cualquier exportación de bienes y servicios afganos.
Los talibanes controlan arriba del 95% del mercado interno, de cuyas exportaciones obtuvieron en 2016 el 50% de sus ingresos, de acuerdo con un reporte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; el resto provino de la minería, secuestros y donaciones foráneas. La narco riqueza de los talibanes hizo que la revista Forbes los ubicara como el segundo “grupo terrorista”, como lo definió el Departamento de Estado en 2010, con mayores ingresos anuales, sólo detrás de Hezbolá. Forbes estimó sus ingresos en 2018 en 800 millones de dólares anuales, el doble que les había calculado dos años antes, cuando aún no eran una fuerza dominante en Afganistán.
Tras su victoria, pocos dudan que vaya a potenciar sus exportaciones de drogas. “Los talibanes contaron con el negocio del opio afgano como una de sus principales fuentes de ingresos”, le dijo a la agencia Reuters César Gudes, jefe de la oficina de las Naciones Unidas para las Drogas y el Crimen en Kabul. “Una mayor producción tendrá drogas más baratas, con un precio más atractivo y, por tanto, con una accesibilidad más amplia”.
De cumplirse el pronóstico, habrá más producción de opiáceos que inundarán los mercados. En la actualidad, la producción de opio por hectárea en Afganistán (28 kilogramos) es cinco veces superior a Myanmar y México, y la heroína que sale de sus laboratorios les generan un estimado de 250 mil dólares por kilo en Australia y Japón, dos de sus principales mercados asiáticos. Los talibanes también han incursionado en la producción de metanfetaminas a bajo costo, que les está generando tres veces más ingresos que la heroína, con lo cual quieren entrar en competencia con los cárteles de las drogas mexicanos, que son los principales productores de estas drogas sintéticas.
Con los talibanes en el poder, sus actividades ilícitas dejarán de ser clandestinas, al tener a su disposición las herramientas y los recursos de cualquier gobierno, como el banco central, los transportes terrestres y aéreos para mover las drogas, y el dinero para financiar aún más los cultivos de opio en las 22 de 34 provincias afganas. Aunque habrá vigilancia extrema para evitar que inunden los mercados con sus drogas, es inevitable la emergencia de un gran narcoestado en Asia.
“Los talibanes han logrado un hito”, escribió esta semana James Durso, un consultor en cadenas de suministro y que trabajó con el Pentágono en Irak y Afganistán, en el diario The Hill, con fuerte presencia en el Capitolio, “en lugar de influenciar y corromper al Estado, como los narcos mexicanos, ahora los narco talibanes son el Estado”. Tiene razón.