Evangelio según San Mateo 24,42-51.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno?
Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo.
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si es un mal servidor, que piensa: ‘Mi señor tardará’,
y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos,
su señor llegará el día y la hora menos pensada,
y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Comentario
Ya cerca de su Pasión, Jesús pone a sus interlocutores ante una pregunta fundamental: ¿hacia dónde camináis en la vida y cómo lo hacéis? ¿Qué os mueve? Para ilustrar lo que quiere decir, usa ejemplos fácilmente comprensibles por todos. Jesús habla de dueños, de ladrones y de siervos. En esta vida tenemos unas posesiones y unos negocios que alguien quiere robarnos. Todo el que tiene una posesión o lleva un negocio sabe de la importancia de velar por sus bienes, de estar atento, de echar números, de protegerse de las posibles causas de ruina. Si un dueño no protege lo que le pertenece o no hace nada para que sus trabajadores obren bien y con responsabilidad quiere decir que sus pertenencias y negocios no le importan mucho. Uno se empeña por lo que ama.
Jesús aplica estos ejemplos a las almas. Todos tenemos un tesoro muy grande: hemos sido creados, por amor, a imagen y semejanza de Dios; hemos sido llamados a ser sus hijos; la sangre de Cristo se ha derramado por nosotros. Amados, enriquecidos con muchos dones, capaces de Dios y capaces de aportar en la edificación de la familia humana. Pero hay alguien que quiere robarnos y separarnos de Dios y de los demás. Alguien que quiere entrar en nuestro corazón y vaciarlo de todo lo grande, llenándolo de aspiraciones mezquinas y egoístas, propuestas, directa o indirectamente, por alguien que se presenta como ángel de luz que ofrece cosas aparentemente grandes, pero que, a fin de cuentas, se revelan como paja que se lleva el viento.
Jesús nos habla de la indolencia y de la hipocresía. Y nos pregunta: ¿te interesa lo que te ofrezco?, ¿lo valoras?, ¿lo guardas?, ¿lo cultivas? ¿Lo amas con el corazón y con obras? Velar es amar con el corazón eso que Dios nos ofrece. Velar es profundizar en el conocimiento de los tesoros recibidos. Velar es cultivar, fumigar y podar cuando sea necesario. Con la ilusión del agricultor que espera la cosecha, con la ilusión de que el Señor nos encuentre en cada momento, hoy y ahora, con un corazón enamorado. A esos deseos eficaces del corazón es a los que Dios escucha: ahí está el momento de nuestra salvación, en el hoy y el ahora que tengo entre manos.