Evangelio según San Lucas 6,6-11.
Los escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si curaba en sábado, porque querían encontrar algo de qué acusarlo.
Pero Jesús, conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: “Levántate y quédate de pie delante de todos”. El se levantó y permaneció de pie.
Luego les dijo: “Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”.
Y dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: “Extiende tu mano”. El la extendió y su mano quedó curada.
Pero ellos se enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús.
Comentario
Este pasaje del Evangelio nos muestra, una vez más, el contraste entre el corazón de los hombres y el de Jesús. Los escribas y fariseos están allí y “observaban a ver si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle”. Están delante de Dios hecho hombre, a punto de presenciar una manifestación de la divinidad de Jesús y, sin embargo,buscan y observan para poder tener algo con que acusarlo.
En ocasiones la acción de Dios a lo largo de nuestras vidas puede llegar a asemejarse al pasaje que estamos contemplando. Tenemos una idea, un esquema de cómo tiene que ser nuestro encuentro con Dios, de cómo debería discurrir nuestra vida y, en algunas oportunidades, la vida de las personas a las que queremos. Pero el Señor no sólo no se adecúa a nuestros preconceptos, a nuestros planes, sino que tantas veces los rompe, los echa por tierra. Ante estas situaciones puede surgir el desconcierto si perdemos de vista que Dios es un Dios vivo y que supera infinitamente nuestros planes.
Tenemos que pedir al Señor humildad para dejarlo actuar a lo largo de nuestra vida como Él quiera; dejar que rompa nuestras previsiones y esquemas. En esos momentos nos puede servir preguntarnos ¿qué quiere Dios de mí con esto? ¿Qué busca el Señor en mí ante estas circunstancias o sucesos en los que no sé cómo actuar o cómo reconducirlos a Dios?
No debe sorprendernos no comprender a Dios, no entender por qué lleva nuestra vida de un modo determinado, por qué permite que me sucedan ciertas cosas a mí o a las personas que quiero. La Virgen no siempre comprendió el modo de actuar de Jesús, pero meditaba estas cosas en su corazón. Pidámosle a ella que nos enseñe a imitarla en ese deseo de conformarnos con la voluntad de Dios con todo lo que acontezca en nuestra vida.