El clima de opinión no se nutre de criterios científicos que buscan averiguar la relación causa-efecto de un suceso. Se establece en un momento y en una sociedad determinada solo por la repetición y el hábito. Y desde allí le alcanza, al clima de opinión, para explicar la realidad.
El opinador no elabora a través de su juicio personal la sentencia que impartirá con seguridad sobre un tema específico. Tema específico que tampoco él ha elegido para opinar, sino que otro le ha puesto adelante para que él opine. El opinador resolverá la situación simplemente tomando algo que “se dice” y lo reproducirá irreflexivamente. Aun cuando su propia experiencia lo contradiga.
Así, parecerá que todos opinaran lo mismo sobre los mismos temas. Es la gran potencia de repetir lo que “se dice”. Las preguntas racionales de “¿Pero quién dijo eso que se dice?” “¿En que se basó para decirlo?” “¿Qué intereses tuvo en decir eso que dijo?” no servirán.
¿Cómo la convences a tu hija de que esos zapatos caros con plataforma altísima no le convienen? Le argumentarás del precio elevado sin relación con los materiales usados, de que son incómodos para caminar, insanos para la salud del pie o que propenden a que sufra un esguince. No habrá caso. Todas sus compañeras los usan y ella no se quiere quedar afuera, diferente y aislada. Ergo, saldrás a la zapatería a comprárselos, aun sabiendo que has sido vencido por las empresas que crearon esa moda irracional solo con el fin de que vos gastes más.
Y los climas de opinión funcionan como las modas. Las minorías dueñas de los recursos materiales tienen el poder para imponerlas.
Las opiniones mayoritarias son parte de la cultura que, en un instante de la historia, un grupo que domina consiguió elevarlas como verdades en las que todos deben creer. Como hábitos que todos deben seguir. Como estéticas que todos deben imitar.
Las minorías que dominan gracias a una materialidad que poseen (recursos económicos principalmente) elaboran un sistema de ideas (ideología) que rodea, justifica y sistematiza esa materialidad. Y luego impone esas ideas a la mayoría dominada, que las aceptará como propias.
Los valores y la lógica de las minorías, pasarán a ser los valores y la lógica de todos.
Esos valores funcionales a la minoría son adoptados por las mayorías aun cuando sean contrarios a sus intereses. La verdad se convierte en patrimonio de un grupo dominante.
En la antigüedad, la oligarquía griega se hacía llamar a sí misma “nosotros, los veraces”. En la Edad Media la clase imperante era la nobleza que guerreaba a caballo y vivía ociosa a expensas del trabajo de los siervos de la gleba. Pero aún hoy, los sustantivos “nobleza” y “caballero” conservan una función adjetiva positiva y deseable. Claro. La nobleza y sus caballeros creaban los valores de su tiempo.
En el presente los valores positivos son ser un empresario o un chief executive officer. Así, dicho en inglés. Obvio. La clase dominante son los empresarios dueños del capital. Y, en un capitalismo periférico y dependiente como el argentino, los gerentes del capital extranjero (CEOs) que actúan en nuestro país. A partir de esta realidad material, se construyen las ideas inmateriales que la justificarán, los valores que la sustentarán, las creencias y las modas que la favorecerán. Y el clima de opinión que hará definir tu voto.
Clima de opinión se compone de invectivas abstractas que no necesitan ser probadas, como “se robaron todo” o “la pesada herencia” o “la economía estaba al borde de la explosión”. Como los zapatos con plataforma, estas frases no admiten discusión racional .
Son la verdad revelada por el oráculo mediático (¿y quién domina los medios sino el capital?) y controvertirlas fáctica analíticamente implica quedar más repudiado y en soledad que nuestras hijas si no tienen sus zapatos de moda.
En los 90 el patrimonio público se remataba, la industria nacional se liquidaba, la desocupación crecía y el endeudamiento externo galopaba. Pero el clima de opinión era que entrabamos a la modernidad y al primer mundo. Y el voto convalidó en consecuencia todo el proceso hasta que estalló.
En la actualidad, repetimos exactamente la misma disyuntiva. Solo el futuro inmediato dirá que tan importante es, para nosotros, tener los zapatos de moda.
javier ortega
Doctor en Derecho Público y Economía de Gobierno. Docente Universidad de Avellaneda.