Una pareja de tucumanos padeció momentos de pánico en las paradisíacas aguas de playa Do Forte, en Bahía, al norte de Brasil. En un intento por caminar sobre las famosas “piscinas naturales” del lugar, los veraneantes fueron arrastrados por las olas y debieron ser auxiliados por un vendedor ambulante. “La hora en el mar más larga de nuestras vidas”, se llama el estremecedor relato de Marina Alvarez, la tucumana que, junto a su marido Gustavo Brunet, sobrevivió para contarlo en las redes sociales.
“Hoy puede ser un gran día! Así lo vivimos, así lo creemos. Estoy contando esta experiencia para que no le ocurra a nadie más, o por lo menos lo evite. Ayer a la mañana, decidimos con mi marido Gusty, recorrer otra playa, pues donde estamos alojados (Ponta Negra-Natal) las olas son bastante bravas y buscábamos tranquilidad. Así leyendo nos encontramos con una Playa llamada Do Forte, caracterizada por poseer piscinas naturales qué se forman cuando el mar rompe contra un murallón inmenso de piedras”, así comienza la historia que Marina compartió en su perfil de Facebook.
Habían tomado la decisión de recorrer la playa, después de compartir una larga charla con una pareja de brasileños, que sin saberlos iban a ser protagonistas principales de esta historia que pudo haber terminado en una tragedia. “En una mesa de bar se inició espontáneamente conversación con dos brasileros, Saúl nacido en Natal y Dani de Rio de Janeiro. Una hermosa charla, intercambio de teléfonos, y el incentivo constante de que conozcan las maravillas naturales que Argentina posee”, detalla Marina en el texto, que buscó también tranquilizar a sus familiares y amigos.
“Habíamos programado un último chapuzón, para luego ir al súper. La belleza de este lugar es mágica, las piscinas naturales tranquilas, caminas (pues haces pie) todo el trayecto, si bien veíamos romper las olas, decidimos acercarnos aún más, habíamos visualizado a otros turistas subir hasta las piedras y bajar sin ningún problema. Sin darnos cuenta ya estábamos sobre las piedras. Decidimos alejarnos pues considerábamos el peligro de golpearnos. De a poco intentábamos volver pero el agua nos llevaba hacia el costado, rodeando las piedras. En un momento, deje de hacer pie y le dije a ’Gusty’ ’volvamos, esto ya no me gusta’. El accedió e intentamos nadar para regresar, pero el mar nos ganó, nos llevó a la boca de entrada al mar, donde no hay piedras, donde está el ingreso del agua. En segundos el agua nos chupó por debajo. Cuando abrimos los ojos estábamos separados y muchos metros detrás de las rocas”, continuó detallando la mujer.
“Ahí nos dimos cuenta de lo que estaba pasando, ya muy lejos de la costa, la desesperación del ser conscientes de lo que ocurría nos iba ganando, intentamos flotar y tranquilizarnos, las olas nos tapaban constantemente, cada vez que tenia fuerzas saltaba y gritaba pidiendo auxilio y agitando los brazos. Y Dios nos enseña siempre que es grande y está presente siempre. Nuestro amigo Saúl nos estaba mirando y se dio cuenta de que el mar nos llevo lejos, automáticamente llamó a los bomberos, pero también pidió ayuda a los vendedores del lugar, ya que no hay guardavidas para cada playa. Ya habían pasado 10 minutos de sobrevivir solos, dándonos fuerza, sin poder tomarnos de la mano porque el agua nos separaba (10 minutos que para nosotros fueron eternidad). Tu cabeza piensa en mil cosas y en la primera que pensamos fue ’vamos a salir de esto… ¡Deseamos tanto un hijo!’”, fueron las palabras empleadas por Marina para graficar la desesperación vivida junto a su marido.
El momento del rescate no iba a ser menos dramático. La falta de bañeros y de equipamiento adecuado hizo que la titánica tarea de devolverlos a la costa demorara al menos una hora e involucrara a seis personas. “Vimos que se acercaba alguien, era un vendedor con dos tapas de conservadora, Saúl le avisó a este chico, quien no dudó en saltar al mar para socorrernos, ponerse en peligro para ayudar a desconocidos. Nuestro ángel Juan Pablo nos tranquilizó, hizo que nos tomáramos de las planchas de telgopor y nos daba aliento y confianza para seguir en la lucha. Pero el mar seguía su batalla, ya estábamos cansados y ahora temíamos por la vida de Juan Pablo también. Tres guardavidas llegaron media hora después, solos nadando, con dos flotadores salvavidas. Todavía no llegaba el gomón y la fuerza del mar seguía haciéndose sentir”.
La precaridad de los servicios de la playa bahiana también complotaron contra el rescate, que se extendió por más de una hora y puso en riesgo la vida de, en total, ocho personas. “Después de la espera, para ser exactos una hora después, llegó el gomón, el cual era muy pequeño y solo entrabamos cuatro personas, y ahora eramos ocho en total (’Gusty’, Juan Pablo, tres guardavidas y otros dos más que manejaban el motor del gomón y yo). Hicimos un trecho, el agua entraba y tuvimos que bajar para sacar el agua, la desesperación era tremenda. Nos subimos de nuevo y lentamente continuamos viaje, los pobres guardavidas ya estaban cansados y acalambrados. Ya estando más cerca el motor dejó de andar. Así que quedó remar, con la marea baja y más cerca de la costa, todos los guardiavidas decidieron nadar mientras remábamos desde el bote”.
Pero después de tanta tensión llegó el alivio, las lágrimas, los abrazos, las promesas y las recomendaciones. “Llegar la costa y pisar arena fue maravilloso, pero abrazar a Juan Pablo y llorar los tres juntos, algo que nunca olvidaremos. ’Gusty’ le hizo una promesa especial y estoy segura de que asi será. Se cumplirá”, fueron las últimas palabras de Marina, que no dejó pasar la oportunidad para alertas a sus seres queridos de “no desafiar los límites”.