Esta mañana fueron homenajeados por 248 familiares de caídos en la guerra que llegaron a la isla.
Los familiares tomaron contacto por primera vez con 90 tumbas cuyos cuerpos fueron identificados el año pasado por el Comité Internacional de la Cruz Roja.
Un contingente de 248 personas, en su mayoría familiares de caídos en Malvinas, participaron hoy de un homenaje para los 90 soldados argentinos identificados el año pasado que descansan en el cementerio de Darwin, entre los que se encuentran dos tucumanos.
La ceremonia inédita que se realizó esta mañana incluyó una oración religiosa y honores militares para rendir homenaje a los caídos argentinos y británicos durante la guerra de 1982, a poco de cumplirse el 36 aniversario del inicio del conflicto.
El viaje se realizó en tres aviones (dos MD 83 de la empresa Andes y un Gulf Stream). Los familiares fueron acompañados por médicos, psicólogos, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Claudio Avruj; funcionarios de la embajada británica y una reducida comitiva de prensa.
Los protagonistas de la ceremonia fueron los familiares de los soldados argentinos que fueron identificados el año pasado tras un minucioso proceso forense, llevado adelante por el Comité Internacional de la Cruz Roja con participación del Equipo Argentino de Antropología Forense, tras un acuerdo alcanzado entre los gobiernos de Argentina y el Reino Unido.
Uno de los tucumanos es Julio César Segura, quien nació en nuestra provincia pero creció en el partido bonaerense de Moreno. Según un informe del diario La Nación, de chico trabajó haciendo repartos en camiones y según su hermano “era muy emprendedor y no le tenía miedo al peligro”.
Durante su adolescencia Segura se hizo fanático de Boca. A los 19 años se incorporó al ejército como soldado conscripto y murió en Malvinas a los 20 años, pocos días antes de terminar la guerra.
El otro, de acuerdo a la mencionada fuente, es Manuel Alberto Zelarayan, quien vivió hasta los cinco años en Monteros para luego emigrar con su familia Ingeniero Budge, en el Gran Buenos Aires. Allí curso hasta tercer año del secundario, cuando recibió el llamado para cumplir con el servicio militar.
Zelarayan tuvo que dejar trabajo en una fábrica de planchas para incorporarse al Regimiento 7 de Infantería Mecanizada de La Plata. Y desde allí, con 19 años, viajó a las islas.
Su familia nunca recibió precisiones sobre el sitio ni las circunstancias de su caída, aunque algunas versiones afirmaban que había pisado una mina y su cuerpo había quedado deshecho. Sin embargo, esto fue desmentido con la identificación: el cuerpo estaba entero.
Momento emotivo
Desde hace pocos días, las tumbas de esos soldados ya cuentan con su lápida de granito negra con la inscripción de su nombre y apellido, que reemplazó a las que portaban la leyenda “Soldado argentino solo conocido por Dios” que fueron traídas al continente para ser distribuidas entre los museos y recordatorios de Malvinas que existen por todo el país.
Con una temperatura de cinco grados y un cielo totalmente despejado, los primeros familiares en pisar suelo malvinense ingresaron al cementerio con llantos desconsolados y abrazados, y enseguida se dirigieron a la tumba identificada de su ser querido.
Los familiares -madres y padres, hijos, hermanos y sobrinos- son acompañados en todo momento por médicos y psicólogos, debido al alto contenido emocional del viaje y porque gran parte de ellos son adultos mayores.