Luisa Esther Toledo, ex priora del convento de Carmelitas Descalzas de Nogoyá, fue condenada a tres años de prisión de cumplimiento efectivo por el Tribunal de Juicios y Apelaciones de Gualeguay. El crimen: ser “autora penalmente responsable del delito de privación ilegítima de la libertad agravado por el uso de violencia y amenazas, y por su duración mayor a un mes”. La sentencia aún no es firme, pero los detalles sobre la investigación son de película.
Fue en agosto de 2016 cuando una investigación periodistica de la Revista ANALISIS reveló que en el interior de el convento de las Carmelitas Descalzasde Nogoyá al menos dos víctimas sufrieron de torturas, amenazas, y la privación de la libertad. Casi tres años después, un tribunal provincial de primera instancia condenó a Luisa Esther Toledo, quien entonces era la madre superiora del convento, a tres años de prisión.
Federico Uriburu, el fiscal que impulsó la Investigación Penal Preparatoria (IPP), dijo que “cuando en Nogoyá se hablaba de las Carmelitas Descalzas se hablaba de una congregación muy querida en la comunidad”. El vecino de Nogoyá se dio cuenta que ahí adentro pasaban cosas que jamás imaginaron que estaban sucediendo“, agregó.
El fiscal también reveló que, cuando se realizó el primer allanamiento, las fuerzas de seguridad tuvieron que romper una puerta porque las monjas no lo dejaban pasar. “Lo primero que me dice la madre superiora es que ahí adentro no había dólares, y que no era como el convento de Buenos Aires (en clara referencia al caso José López). Nos miramos entre nosotros y pensábamos que tan desinformadas no están”.
“Nos decían a manera de reproche: “Ya van a venir a pedirnos que recemos por sus hijos enfermos”; “ya van a venir con un pariente con cáncer”; nos decían no solo a nosotros sino también a todos los funcionarios policiales que estaban en ese lugar“, reveló el fiscal, “fueron cuatro horas de total hostigamiento, a tal punto que algunos policías nos expresaron que ellos preferían allanar kioscos por narcomenudeo que volver allanar a un Convento como este. Incluso, en el momento de leer el acta de allanamiento, el funcionario quería dar lectura y las monjas comenzaban a cantar por orden de la madre superiora“.
“Y cuando logramos que una de las “tercera” dijera ‘tanto que quieren los látigos, ya se los traigo’; dio una vueltita por uno de los pasillos del Convento y volvió con unos manojos de látigos, de los cuales uno lo agarro para cerciorarme si eran similares a los denunciados en la publicación periodística, y ahí la priora me dice: ‘Llévate uno a tu casa, así te castigas un rato'”.
Además, reveló que la madre superiora no reconoció ninguno de los crímenes por los que se la imputa. “Ella lo que declaró fue que lo único que hacía era comportarse conforme mandaban las reglas a las cuales estaba sometida”, dijo el fiscal, “ella se creía que era dios dentro del Convento”.
De esta manera, ella mandaba al resto de las monjas a “golpearse más allá de lo debido, a encerrarse durante varios días a tal punto que las propias víctimas no pudieron calcular cuántos días fueron porque quedaban encerradas en sus habitaciones a la que llaman celdas y que son de dos por tres metros. Ese encierro era solamente con un rosario, el libro de las reglas y, obviamente, la disciplina (látigo) y un cilicio. Ahí perdían la noción del tiempo porque les cerraban la ventana y no tenían entrada la luz solar. Incluso la falta de luz solar fue una de las situaciones detectadas por médicos, además de vitaminas que le estaban faltando y se les notaba en la piel”.
“Lo vivido en Nogoyá lo sintió como una cierta estafa moral, porque muchas personas de esa localidad iban y dejaban dinero, alimentos de calidad que eran congelados y comidos solamente por la madre superiora; mientas a las otras las hacía comer las legumbres que cultivaban en la huerta. Y les digo algo más: solamente convidaba el alimento cuando se le caía del plato o no le gustaba; entonces recién ahí convidada al resto. El nivel de perversión con el que se manejó era altísimo. Otro ejemplo: seis o siete Smartphone tenía la madre superiora en su habitación; con acceso a internet y televisor; más un colchón de una marca reconocida cuando las demás dormían en unos sacos rellenos con chala“, dijo también.
“De modo unánime, valorado el plexo probatorio, se ha podido reconstruir históricamente los hechos que son motivos de juzgamiento, siendo factible arribar a una conclusión de carácter condenatorio y con contenido de certeza en la ocurrencia material de los hechos que en sus aspectos sustanciales han quedado demostrados”, señaló el juez Darío Crespo al leer el adelanto de sentencia este viernes 5/7.
Destacó asimismo que las conductas investigadas “en modo alguno implican denunciar a la Iglesia católica ni enfrentar la fe con la razón sino juzgar a quien aparece como única y exclusiva responsable de las conductas que tipifica el Código Penal”. Para el juez, Toledo “abusó de su rol, impuso sanciones y penas” a las víctimas, y “las obligó a severos castigos”.
Marcelo Albarenque, hermano de una de las víctimas, dijo al respecto que “la sensación principal es de un sentido de realización de justicia y de reparación”. “La sentencia del Tribunal de Juicios y Apelaciones de Gualeguay es un acto que le otorga a las víctimas para que sobre eso reconstruyan un proyecto de vida luego de los años de sufrimiento que tuvieron intramuros y le está diciendo a quienes no creían y que las trataron impunemente como fantasiosas o mentirosas, que lo que dijeron fue verdad y que lo que vivieron fue un suplicio”.
En tal sentido, valoró “la coherencia con la postura inicial” de su hermana quien“primero planteó su denuncia por vías eclesiásticas y formales, para que se sepa lo que sucedía ahí y que otras chicas no sufrieran lo que ella sufrió; y luego de tres años de esperar y que nada cambiara, hizo la entrevista periodística y el hecho se comunica a la prensa para que la opinión pública sepa lo que ocurría ahí adentro y no hubiera más víctimas”.
fuente: urgente24