Cuando pensamos en una tarjeta de crédito, ¿qué se nos viene a la mente? Compras, cuotas, promos. Pero seguramente, y gracias a un estudio reciente realizado por la Universidad de Newcastle de Australia, a partir de ahora también la asociemos con algo más: los microplásticos. El mundo se hizo eco del alarmante dato que arrojó la investigación y es que una persona promedio podría estar ingiriendo 5 gramos por semana de estos plásticos de mínimo tamaño, es decir, el equivalente al peso de una tarjeta de crédito.
Pero ¿de dónde provienen los microplásticos y cómo llegan a nuestro organismo? En principio, hay que entender que son prácticamente indetectables para el ojo humano ya que pueden medir de unos pocos micrones a 5 mm de ancho. Pueden ser primarios, es decir, cuando se fabrican especialmente para ser agregados en algún tipo de producto (sí, así como leés, se agregan a propósito en productos cosméticos o de higiene como champúes) o pueden ser secundarios, cuando son resultado del desgaste de plásticos más grandes. En este caso, pueden provenir del packaging, por ejemplo.
La triste realidad es que hoy podemos encontrar microplásticos en todos los ambientes, ya sean terrestres o marinos, por ejemplo, en el intestino de muchos organismos como peces o en el cuerpo de algunos crustáceos (que terminamos comiendo y, por lo tanto, por ahí también ingerimos microplásticos). También se han encontrado en agua potable, especialmente en la embotellada. Según el estudio “El consumo humano de microplásticos” de la Universidad de Victoria, las personas que beben agua embotellada podrían consumir 90.000 partículas de microplásticos adicionales en comparación con las que solo toman agua de la canilla (claro que en nuestro caso también deberíamos evaluar cómo nos llega el agua que sale de la canilla). Y según otra investigación de la Universidad del Estado de Nueva York que analizó el agua de 259 botellas de 11 marcas distintas en 9 países diferentes, se llegó a la conclusión de que el 90% de las bebidas embotelladas, efectivamente, tienen presencia de microplásticos.
Y. ¡atenti! Se han encontrado incluso en la cerveza, en el azúcar, en la sal y la miel. Se estima que puede haber también en otros alimentos como verduras, arroz y carnes.
Las personas que beben agua embotellada podrían consumir 90.000 partículas de microplásticos adicionales en comparación con las que solo toman agua de la canilla
Todo vuelve
El del plástico es un círculo vicioso. Es el que nosotros mismos desechamos y que termina volviéndonos, de una manera u otra. El que se encuentra en el océano proviene en un 80% de las ciudades y en un 20% directamente desde el mar (como producto de los desechos de barcos comerciales y pesqueros).
Por acción de las olas, de los organismos, del sol, estos plásticos se van fragmentando en partículas más chiquitas, los microplásticos, que son demasiado pequeños como para ser eliminados por sistemas de filtración de aguas residuales. Terminan siendo arrastrados por los ríos o el viento o por los pluviales, que son esas tuberías grandes que posibilitan que las ciudades no se inunden, pero que, a su vez, arrastran mucha basura.
A este paso, según el Foro Económico Mundial, si no modificamos la situación hoy, para 2050 habrá más plásticos que peces en los océanos. Porque el material que ingiere la fauna marina les queda en el sistema digestivo y provoca la disminución del apetito, bloqueos gastrointestinales y la disminución de las enzimas, lo que los lleva a tener problemas para reproducirse y alimentarse. Y eso, obvio, nos termina afectando a nosotros.
En nuestro caso, si bien hasta el momento no hay evidencia científica de que los microplásticos representen un riesgo para los humanos cuando pasan por la cadena alimentaria o penetran en la piel a través de productos de cosmética, sí sabemos que contienen agentes tóxicos y por eso hay una gran preocupación sobre la posibilidad de daño que nos puedan generar.
La toma de conciencia es el quid de la cuestión. Nosotros somos los responsables…, pero también somos la solución.
Las soluciones, ¿a nuestro alcance?
Para evitar que se siga contaminando el ambiente con plástico y, por ende, microplásticos, es fundamental reducir su producción. Sobre todo para envases y productos que son de un solo uso (de hecho, son la mitad del total del plástico que se produce).
Si bien en nuestro país aún predomina la cultura del littering, o sea, tirar basura a la calle y una escasez de prácticas de reciclaje, hay países en donde sí tienen políticas con respecto a estos temas y aun así tienen una gran presencia de plásticos y, por ende, microplásticos en sus mares.
Por eso, algunos países están bajando la producción de plástico, aumentando el reciclado y produciendo solamente aquellos plásticos que pueden ser devueltos al circuito productivo. Pero estas acciones terminan siendo algo voluntario. En el G-20, por ejemplo, acordaron crear un marco de acción internacional para reducir la contaminación por plásticos en los océanos, pero cada país lo implementa como le parece.
A diferencia de lo que podríamos llegar a pensar, los organismos reguladores no han tomado en cuenta que estos elementos podrían ser nocivos (o sí y decidieron obviarlo). Por lo tanto, no hay una reglamentación que regule que a determinada cantidad de microplásticos un producto no se pueda habilitar para consumo. Y es así como terminamos encontrando productos que los incorporan voluntariamente para generar efectos abrasivos o para aumentar su volumen, por ejemplo. Además, podrían ser fácilmente reemplazados con otro tipo de partículas orgánicas.
Por eso, en nuestro país, una gran cantidad de ONG se unieron para impulsar un proyecto de ley a nivel nacional sobre los microplásticos primarios, con el objetivo de prohibir para fines de este año la producción, importación y comercialización de productos cosméticos y de higiene oral de uso odontológico que contengan microperlas de plástico añadidas intencionalmente. Estas leyes ya existen en países como Estados Unidos y el Reino Unido; en Dinamarca y Suecia están en camino a eso.
Pero nosotros también tenemos que combatir el gran enemigo plástico con pequeños cambios de conducta que, al convertirse en hábitos masificados, tienen gran poder. Y eso implica no recibir bolsas de polietileno, comprar lo menos posible productos que vengan embalados con mucho packaging, usar botellas de vidrio. También está bueno consumir marcas comprometidas. Hay muchas nuevas emprendedoras con propuestas de cosmética orgánica como Dumitié o Al Bosque Bio, pero también grandes firmas como Weleda o Natura que están muy comprometidas. Y apoyar estos proyectos de ley, tratando de generar conciencia en otras personas. Podés hacerlo a través de las redes sociales o con el clásico “boca en boca”. Somos ciudadanas. Somos poderosas. De a una, quizá sea más difícil lograr un impacto. Pero la unión hace la fuerza.
¿En qué productos se pueden encontrar microplásticos?
- Pastas de dientes
- Geles de ducha
- Geles de baño
- Exfoliantes
- Detergentes
- Productos de limpieza
- Protectores solares
- Fibras sintéticas de la ropa
Consejos
- Evitá los productos cosméticos o de higiene que en su etiqueta mencionen los siguientes ingredientes: el polietileno, en etiquetas aparece como polyethylene (PE); el polipropileno, suele aparecer como polypropylene (PP); el polietileno glycol, suele aparecer como PEG seguido de un número, por ejemplo, PEG-32; el polimetacrilato de metilo (PMMA); el tereftalato de polietileno (PET). Ingresá enwww.beatthemicrobead.org para conocer por país qué productos contienen microplásticos.
Según el estudio de la Universidad de Newcastle: la fuente más grande de ingestión de plástico en todo el mundo es a través del agua. En Estados Unidos o la India se encontró el doble de plástico que en Europa o Indonesia. De los productos consumibles estudiados, aquellos con mayor registro de niveles de plástico son los mariscos, la cerveza y la sal.
Expertos consultados: Lic. Verónica García. Coordinadora del proyecto de Basura Marina y Plásticos de Fundación Vida Silvestre.
FUENTE: LANACION