El Papa no da puntada sin hilo. Después de sorprender la semana pasada con “Querida Amazonia”, documento post-sinodal en el que evitó darle luz verde a la propuesta de ordenar hombres casados para zonas remotas de la Amazonia, sino en el que llamó a que se envíen allí a más misioneros, dictaminó una reforma en este sentido. Decidió, en efecto, que de ahora en más, los sacerdotes que estudian para ser diplomáticos de la Santa Sade y algún día, nuncios -como se llaman los embajadores del Vaticano-, pasen al menos un año “dedicado enteramente al servicio misionero ante las Iglesias particulares del mundo”. Es decir, en alguna periferia del mundo, en la selva amazónica o en algunas de las cientos de villas miserias que existen a lo largo del planeta.
“Estoy convencido de que una experiencia semejante podrá serle útil a todos los jóvenes que se preparan o inician el servicio sacerdotal, pero, en modo especial, a aquellos que en el futuro serán llamados a colaborar con los representantes pontificios y, después, podrán a su vez convertirse a su vez en enviados de la Santa Sede ante naciones e Iglesias particulares”, escribió Francisco, en una carta al arzobispo estadounidense Joe Marino, nuevo presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica.
En esta misiva, divulgada hoy por el Vaticano, el Papa recordó que al concluir los trabajos de la reciente Asamblea Especial del sínodo de obispos para la Amazonia, manifestó su deseo de implementar este cambio radical en la formación de los futuros nuncios.
“La misión que un día estarán llamados a desempeñar los llevará a todas las partes del mundo. A Europa, que necesita despertarse; a África, sedienta de reconciliación; a América latina, hambrienta de nutrición e interioridad; a América del Norte, que busca redescubrir las raíces de una identidad que no se define a partir de la exclusión; a Asia y Oceanía, desafiadas en su capacidad de fermentar en la diáspora y dialogar con la vastedad de culturas ancestrales”, explicó.
“Para enfrentar positivamente estos crecientes desafíos para la Iglesia y para el mundo, hace falta que los futuros diplomáticos de la Santa Sede adquieran también una experiencia personal de misión afuera de su diócesis de origen, compartiendo con las Iglesias misioneras un período de camino junto a sus comunidades, participando de su actividad evangelizadora cotidiana”, indicó.
La Pontificia Academia Eclesiástica se encuentra en un elegante y antiguo “palazzo” al lado del Pantheon, en el centro histórico de Roma. Y cuenta hoy con 37 aspirantes a diplomáticos de 20 países, entre los cuales uno de la Argentina. Serán quienes ingresen en septiembre próximo a la Academia -que ahora dura entre dos y cuatro años de estudio- quienes deberán cumplir con el nuevo mandato del Papa de salir a embarrarse los zapatos e ir de misión, durante un año. “La nueva experiencia entrará en vigor con los nuevos alumnos que iniciarán su formación en el próximo año académico”, indicó el Papa.
“Estoy seguro de que, superadas las iniciales preocupaciones ante este nuevo estilo de formación para los futuros diplomáticos de la Santa Sede, la experiencia misionera se volverá útil no sólo a los jóvenes académicos, sino también a las Iglesias particulares con las que colaborarán y, espero, suscitará en otros sacerdotes de la Iglesia universal el deseo de hacerse disponibles a desarrollar un período de servicio misionero afuera de su propia diócesis”, aseguró también.
Este drástico cambio fue visto por analistas como la confirmación de que el Papa sigue teniendo totalmente claro el rumbo que quiere imprimirle a la Iglesia, más allá de las polémicas que provocó “Querida Amazonia”, un documento que descolocó a todos. El ala reformista de la Iglesia quedó decepcionada porque esperaba una apertura a la propuesta de ordenación de hombres casados, para suplir la falta de sacerdotes en zonas remotas. Mientras que el sector ultraconservador, que temía el principio del fin del celibato, salió exultante. Ajeno a las diatribas, el Papa siguió marcando la agenda, para una Iglesia en salida, misionera.
Y no es casual que le haya encomendado implementar este cambio al nuevo presidente de la Academia, el arzobispo Marino, sacerdote que fue últimamente nuncio en Malasia y Timor Este, pero que cuando fue seminarista en Alabama, Estados Unidos, tuvo experiencia misionera porque se fue a trabajar por varios meses junto a la santa madre Teresa de Calcuta, en 1976.
“Una vez más, Francisco nos recuerda que toda la Iglesia – servicio diplomático incluido – es misionera o no es: ‘La Iglesia está en salida o no es Iglesia. Está en anuncio o no es Iglesia. Si la Iglesia no sale, se corrompe, se desnaturaliza. Se convierte en otra cosa’, dijo el Papa”, recordó Andrea Tornielli, director de los medios del Vaticano, que en un editorial destacó el “significativo” cambio.
fuente:lanacion