
Escándalo de conventillo con ribetes de Ópera y exageraciones a lo Neymar. Eso es lo que propalan hoy los voceros del núcleo concentrado de las grandes empresas que actúan en el país. De las cuales, solo un tercio son de capital nacional. ¿Cuál fue el motivo? Un simple twitter de una diputada nacional proponiendo lo obvio: que si alguien da algo, algo debería recibir a cambio.
¿Cómo fue esto? El Estado Nacional está financiando a grandes empresas, muchas con posición monopólica, para protegerlas de los efectos de la crisis de la pandemia mundial COVID-19. Dado esto, apenas se esbozó la idea de que, si el Estado las auxilia con su patrimonio público, cuanto menos debiera tener alguna garantía de que se le devolverá la suma aportada. O que se salvaguardará el fin de ese aporte, que es mantener el empleo y la productividad. No el lucro de la empresa auxiliada. Por ello, la diputada Fernanda Vallejos, siguiendo precedentes de países capitalistas (y muy) como EEUU o los de la Unión Europea, sugirió que el Estado argentino tenga una participación minoritaria en las grandes empresas como compensación por el aporte de capital que efectúa. Y allí se alzaron as voces de los comunistas más recalcitrantes que tiene nuestro país: los grandes empresarios.
Para alquilar un mono-ambiente, el locador tiene derecho a pedir un mes de depósito y solicitarle un garante al locatario. Pero para desembolsar sumas millonarias que integran el erario público, parece que el Estado no puede ni pedir la más mínima garantía a corporaciones altamente capitalizadas. Estamos hablando de las grandes solamente. Hay consenso absoluto que el empresariado PYME debe ser subsidiado en esta crisis. A ellos no se les pedirá nada. Pero parece que la gran empresa capitalizada también quiere ir a “cobrar el plan”. Y por supuesto que quieren. Porque eso es lo que han venido haciendo toda su historia. Y lo que explica cómo llegaron a ser dominantes.
La cúpula empresarial argentina creció, según lo describía Jorge Schvarzer, por los siguientes factores: riqueza natural del suelo de la pampa húmeda, protección estatal a través de promociones industriales, exenciones impositivas y crédito blando (a veces sin siquiera pretensión de recuperarlo) compras del Estado, tipo de cambio subsidiado, aprovechamiento de privatizaciones a precio de remate y, por último, la asunción por del Estado de sus deudas privadas. Así es. Cuando lo que se estatiza es la deuda privada, la cúpula empresarial no se irrita para nada. Con esto, Schvarzer explicaba que no fue la meritocracia precisamente lo que llevó a este núcleo concentrado a la posición de dominio que hoy detenta.
Hoy aturden los chillidos de que el Estado quiere expropiar yendo contra la ley. Si el Estado quisiera expropiar, lo podría hacer perfectamente ya que está facultado por artículo 17 de la Constitución Nacional, en tanto sea declarada la utilidad pública y se pague la indemnización correspondiente. Para el caso que el Estado no quiera expropiar pero si decida hacer aportes de capital a las empresas, lo ilegal sería que no constituya algún tipo de garantías al tratarse el recipiendario de un sujeto capitalizado. Los acuerdos que realice en pos de esto entran en la libre voluntad de las partes. El que no quiera aportes, que no los pida. Y si los pide, que acepte el mínimo de condiciones que le pone el Estado. Si en virtud de ellas el Estado se constituye en co-accionista minoritario, esas acciones entran a los bienes que son dominio privado del Estado, algo perfectamente regulado por 236 Código Civil y Comercial de la Nación. ¿De qué ilegalidad hablan estos empresarios comunistas? A lo mejor de la que habría en el Derecho soviético. Porque en el Argentino no se la encuentra.
“Nos quieren llevar a Venezuela” se los oye decir. No. Adonde nos acercaría la iniciativa de ser co-accionista es a la Unión Europea y a EEUU. Como ya dijimos en otras columnas, Alemania será la principal accionista de Lufthansa y es accionista minoritaria de Volkswagen. Francia lo es de Renault y Air France. Italia de Finmeccanica, España de Hispasat y el Reino Unido del Lloyds Bank. Estados Unidos por su parte, se hizo con acciones de Chrysler y General Motors.
Con respecto a la Unión Europea, nosotros somos bastante tibios. Por la crisis del COVID-19, en el viejo continente algunos ya proponen directamente la nacionalización de las empresas que prestan servicios que esenciales. Por lo pronto, hay un proyecto de resolución del Parlamento Europeo del cual, por su claridad prístina, reproduciremos textual su artículo 24:
“….toda la ayuda financiera (del Estado) a las empresas privadas debe estar condicionada a cero despidos y a la protección de los niveles existentes de condiciones de trabajo; se insta a los Estados miembros a que prohíban temporalmente la distribución de dividendos entre los accionistas por parte de las empresas y congelen cualquier aumento de los ingresos y bonificaciones de los directores; se manifiesta que cuando el Estado rescata a empresas privadas en sectores estratégicos, debería convertirse en copropietario como una forma de garantizar la sostenibilidad y la eficiencia, así como garantizar que el dinero de los contribuyentes pueda recuperarse después de la crisis”
Por su parte, el “pro-venezolano” Donald Trump anunció la promulgación de la “Ley de Defensa de la Producción”, que da marco legal para nacionalizar empresas cuya producción se considere esencial en la coyuntura de la pandemia.
Cuando hablamos de la dirigencia de una Nación, no nos referimos solo a los funcionarios de su gobierno. Aludimos a los magistrados, a los líderes sindicales, a los formadores de opinión, a las autoridades religiosas, a los referentes de la sociedad civil. Y por supuesto, a los grandes empresarios. En una sociedad que se organiza bajo el sistema capitalista (y la nuestra lo es) serán éstos últimos quienes tengan tal vez mayor poder que todo el resto. Poder que han usado, en el caso de la cúpula del empresariado criollo, para crecer al calor de las prebendas estatales, pero trinar de furia ante programas de asistencia a los más humildes. Para cantar odas a los países desarrollados, pero atrasar tecnológicamente al nuestro. Para proclamar la meritocracia, pero demostrar una total carencia de audacia. Para alabar el capitalismo, pero ser rentistas. Para plantear nuestra necesidad de entrar al mundo, pero hacer todo lo posible para que sigamos siendo un país dependiente. Para repudiar al Estado… pero vivir de estafarlo.
La reconstrucción y prosperidad de nuestra Nación no vendrá nunca de esta cúpula monopólica y prebendaria que actúa peor que una burocracia comunista. Auténticos cazadores de zoológico. Si aun no están transnacionalizados con domicilio fiscal afuera, van en vías de estarlo. Y lo que es peor. Por la naturaleza de su origen mismo, nunca tuvieron una visión o proyecto nacional. Ni podrían tenerlo.