Dos acontecimientos reviven los argentinos y especialmente los tucumanos cada 24 de septiembre: la devoción a la Virgen de las Mercedes, Patrona y Abogada de la ciudad, y la invocación a su imagen que realizó Manuel Belgrano el día en que se desató la Batalla de Tucumán, un enfrentamiento sin precedentes en las luchas contra los realistas que afirmó la independencia del país.
La especial creencia que tiene los tucumanos hacia la Virgen de las Mercedes se inicia desde los orígenes de Ibatín, fundada por Diego de Villa Roel en 1565. Durante 120 años los españoles llegados a estas tierras depositaron su fe en la sagrada imagen traída desde Cusco, Perú, por los frailes, lo que marcó el rumbo de la religiosidad y de la conquista espiritual de la población originaria y mestiza. Incluso su imagen acompañó el peregrinaje del pueblo cuando debió abandonar la ciudad de Ibatín asechada por sequías, inundaciones y pestes.
Por los muchos favores que la Virgen de las Mercedes dispensó a los tucumanos, en 1867 el Cabildo la nombró Patrona y Abogada de San Miguel de Tucumán. Pero la fe en su imagen, cuyo sentido teológico “es la perfecta libertad y la liberación de la humanidad y del Cosmos”, iba a tomar gran relevancia a partir de la Batalla de Tucumán, un 24 de septiembre de 1812, coincidentemente el día en que el mundo le demuestra su devoción.
Un triunfo impensado por los realistas
La crónica del glorioso triunfo de la Batalla de Tucumán comienza a escribirse con la lucidez, la valentía y la pasión de Manuel Belgrano, quien en febrero de 1812 toma el mando del Ejército del Norte que venía de ser derrotado en la batalla de Huaqui en 1811. Belgrano se instala el cuartel General de San Salvador de Jujuy. Pero las tropas, desmoralizadas y abatidas, no estaban en condiciones de enfrentarse a las fuerzas realistas del brigadier peruano Pio Tristán que contaba con 3.000 hombres expertos.
El Triunvirato le ordena a Belgrano replegarse hasta Córdoba para reorganizarse. La retirada fue masiva y se decide arrasar e incendiar todo lo que le pudiera dar cobijo o serle útiles a los realistas. El objetivo era quitarles la posibilidad de manejar los recursos que puedan llegar a necesitar. Este proceso histórico se conoce como el Éxodo Jujueño: cuando los españoles entraron, hallaron la ciudad solitaria y sin habitantes.
Durante el retroceso hacia Córdoba, Belgrano llega a Burruyacu, Tucumán. Enterada la población de su presencia se produce un estado de asamblea liderada por el Bernabé Araoz, quien logra entrevistarse con Belgrano y convencerlo de dar batalla en Tucumán.
En sus memorias Belgrano relata: “Son muy apuradas las circunstancias y no hallo otro medio que exponerme a una nueva acción: los enemigos vienen siguiéndonos. El trabajo es muy grande; si me retiro y me cargan, todo se pierde… La gente de esta jurisdicción se ha decidido a sacrificarse con nosotros, si se trata de defenderla y de no, no nos seguirán y lo abandonarán todo, pienso aprovecharme de su espíritu público y energía para contener al enemigo, si me es dable o para ganar tiempo a fin de que se salve cuanto pertenece al Estado. Cualquiera de los dos objetivos que consiga es un triunfo… Acaso la suerte de la guerra nos sea favorable, animados como están los soldados y deseosos de distinguirse en una nueva acción”.
Es de necesidad aprovechar tan nobles sentimientos, que son obra del cielo, que tal vez empieza a protegernos para humillar la soberbia con que vienen los enemigos, con la esperanza de hacer tremolar sus banderas en esa capital. Nada dejaré por hacer. Nuestra situación es terrible, y veo que la patria exige de nosotros el último sacrificio para contener los desastres que la amenazan.
La decisión está tomada. Belgrano desobedece al Triunvirato y empieza a reorganizar al ejército dándole a Juan Ramón Balcarce las más amplias facultades para promover la reunión de gente, de armas y estimular al vecindario a la defensa. Se sumaron también a las tropas un contingente reducido de Catamarca y Santiago que formaron los cuerpos de caballería, llamados los Decididos. Gauchos, comerciantes, ganaderos, artesanos fueron adiestrados a diario y equipados como se podía. Muchos civiles y solados tuvieron que improvisar sus armas fabricando cuchillos enastados en palos y tacuaras.
La situación del ejército de Belgrano era extremadamente desfavorable frente a los realistas que lo doblaban en número y que estaban mucho más preparados y abastecidos de capacidad armamentística.
La fe en Nuestra Señora de las Mercedes
Cuentan que en la mañana del 24 de septiembre, día de los Festejos a la Virgen de las Mercedes, horas antes de que se desate la Batalla de Tucumán, Belgrano estuvo orando largo rato invocando a la virgen la protección de sus tropas. Ese día los sucesos se desarrollan confusamente: el coraje, la estrategia y la fe tienen como resultado un contundente triunfo del ejército revolucionario, impensado si se tiene en cuenta las condiciones desiguales con las que se enfrentaban a las fuerzas de Pío Tristan.
En sus “Memorias”, el general José María Paz contaba: “La batalla de Tucumán es muy difícil de describir. En efecto, no fue una batalla prolija, una batalla de dos ejércitos perfectamente alineados que se enfrentan y de donde surge un ganador. En principio, el territorio elegido para dar la batalla era el llamado Campo de las Carreras, un terreno ubicado al suroeste de la ciudad, y que en tiempos más apacibles los tucumanos ocupaban para disfrutar de las carreras cuadreras”.
Paz describe desde el punto de vista militar como se sucedían los acontecimientos y señalaba que “la izquierda y centro enemigos fueron arrollados; nuestra izquierda fue rechazada y perdió terreno en el desorden, en términos que el comandante Superí estaba prisionero por una partida enemiga, que luego tuvo que ceder a otra nuestra que la batió y lo represó. El enemigo, por consecuencia del diverso resultado del combate en sus dos alas, se vio fraccionado, a lo que se siguió una gran confusión”.
Pero más allá de la estrategia, otros circunstancias determinaron el triunfo. El historiador Manuel Lizondo Borda relata que sucedió un hecho singular, al que calificó “como sobrenatural y que contribuyó a que las tropas enemigas se desbanden y entraren en pánico”. Rafagas de viento y una gran manga de langosta oscurecieron el cielo, fenómeno inesperado que en la fe de las tropas revolucionarias se la atribuirán a la Virgen de las Mercedes.
Marcelino de la Rosa, describe este acontecimiento en boca de sus protagonistas: “En momentos tan azarosos para los españoles vino a empeorar su angustiosa situación un terrible huracán. El ruido horrísono que hacía el viento en los bosques de la sierra y en los montes y árboles inmediatos, la densa nube de polvo y una manga de langostas, que arrastraba, cubriendo el cielo y oscureciendo el día, daban a la escena un aspecto terrífico”.
El 26 de septiembre, Belgrano recibe los honores de la victoria y en el primer parte que envía al Gobierno escribe: “Desde el último individuo del ejército hasta el de mayor graduación se han comportado con honor y valor. La patria puede gloriarse de la completa victoria que han obtenido sus armas el 24 del corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes bajo cuya protección nos pusimos”.
Luego de la batalla Belgrano puso en manos de la imagen de la Virgen su bastón de mando. La entrega se efectuó durante una solemne procesión con todo el ejército, que terminó en el Campo de las Carreras, donde se había librado el enfrentamiento.
Humildemente este héroe de la patria confesaba “A María y no a él debe reconocerse deudora la Patria de su salvación”.
fuente: comunicaciontucuman
BELGRANO DA LA DIVISA DE LA VIRGEN DE LA MERCED A SUS SOLDADOS?