Entre los asaltos, arrebatos, rencillas y crímenes que casi a diario alimentan la insoportble inseguridad que aflige a los tucumanos, de vez en cuando surgen sucesos como el secuestro del taxista que, este domingo, terminó con la detención de tres policías. Y cuando eso pasa, invariablemente, surge un vínculo con el narcotráfico.
Esta vez al indicio lo dio la víctima, Franco Nicolás Lizárraga, quien cuando declaró en sede policial tras ser liberado de sus captores, contó que uno de ellos, mientras lo golpeaba, le exigía que hablara por teléfono con un familiar para que entregue dinero o droga a cambio de su liberación.
El apuntado en ese testimonio es Gonzalo Gabriel Lagoria (27), el policía federal que, junto con los policías provinciales Luciaon Ramón Campos y Jonathan Gabriel Díaz, ambos de 27 años, montaron el operativo con el que plagiaron a Lizárraga el domingo a las 2 en un drugstore de Santa Fe y Necochea.
El taxista, que iba con su familia en el auto de alquiler cuando fue secuestrado, afirmó ante los uniformados que el federal lo golpeó varias veces en el rostro, asegurándole que pasaría varios años presos si Carlos Ovejero, casado con una prima de su esposa, Tania Lorena Paredes, no pagaba su rescate.
Sugestivamente, el joven no pudo ser ubicado cuando se lo buscó para que contara más detalles de lo sucedido ante la jueza Carmen Rosa López, quien presidió este mismo domingo la audiencia en la que se dispuso pa prisión preventiva por tres meses para los uniformados y para el civil que los acompañaba.
Este último es Angel Luis Medina, de 33 años, quien estaba dentro del Chevrolet Onix blanco que se movía junto con la Ford EcoSport dorada en la que subieron por la fuerza a Lizárraga. Cuando los cercaron a metros de la sede de la Policía Federal, el cuarto detenido dijo ser comerciante gastronómico y alegó que sólo estaba acompañando el procedimiento.
Pero ninguno de los uniformados tenía orden de detener a Lizárraga. El federal Lagoria debía estar aislado porque había dado positivo de coronavirus días atrás, mientras que sus cómplices deberían haber estado apostados de guardia en diferentes puntos de la capital.
Este accionar de los policías, que se movilizavan en el rodado usado para secuestrar al taxista, hace aún más sugestiva la presencia de Medina, tanto en el falso operativo policial como en el lugar en el que se detuvieron para intentar la comunicación por el rescate, a cambio de dinero o dos kilos de cocaína.
FUENTE: CONTEXTO