Evangelio según San Lucas 6,27-36.
«Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian.
Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica.
Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes.
Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman.
Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores.
Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.
Comentario
Se ha dicho que el discurso de las Bienaventuranzas es como un autorretrato de Jesús. Y de modo particular da a conocer su corazón -el corazón del Hijo que todo lo ha recibido del Padre- cuando enseña cual debe ser el modo de vivir de los que le siguen.
Si queremos llegar a ser hijos del Altísimo tenemos bien claro el modelo: la misericordia, el perdón, la mansedumbre y al amor incluso a los enemigos.En Jesús, especialmente en su Pasión, resplandece de modo sublime esta actitud: la entrega silenciosa y orante de su vida muestra con hechos su doctrina. También ahora, sentado a la derecha del Padre, derrocha infinita misericordia con los pecadores y está siempre dispuesto al perdón. Es el Hijo del Altísimo.
Pero, es muy alta la meta. Parece como un ideal inalcanzable.
Jesús es el Camino, así se define para nosotros. Y su Palabra no solo exhorta, consuela o transmite un mensaje, sino que sobre todo es Gracia. Esta heroica conducta pedida a los discípulos no es un imposible. Ha de ser recibida con fe, meditada en la fe, hecha propia, convencidos de que todas las cosas son posibles para el que cree. Entonces, seremos capaces de seguirle, de imitarle, de tenerle como referencia inmediata en nuestra conducta diaria al relacionarnos con el prójimo, en la vida familiar, en el trabajo, en la vida pública. Y transformaremos verdaderamente este mundo, tan lleno de indiferencia y de enfrentamientos.