Un accidente sufrido por el hijo del cacique de la comunidad aborigen de Anfama, una localidad ubicada en las alturas de los cerros que separan la llanura tucumana de los Valles Calchaquíes, actualizó un viejo problema crónico de los habitantes de alta montaña: la falta de infraestructura vial.
Gonzalo Carrazano, de 20 años, sufrió una fractura de fémur y tuvo que ser bajado en una precaria camilla cargada en hombros por su padre, Antonio Guillermo Carrazano y otros habitantes de la zona, en un riesgoso viaje de unas siete horas, a lo largo de un trayecto que incluyó varios cruces al impredecible río Grande.
No se trató de un caso aislado, sino de un eslabón más de una cadena de suplicios que afrontan los residentes de Anfama, quienes cada vez que sufren un percance o contraen alguna enfermedad grave, tienen que someterse al martirio de ese viaje de varias horas a pulso hasta el CAPS de El Siambón.
Esto ocurre porque el camino que conduce hacia Anfama no está en condiciones de ser transitado por la ambulancia, que debe esperar a que el enfermo sea cargado por sus allegados, cuando las condiciones del tiempo impiden que se haga uso del helicóptero de la provincia.
Esas fueron las condiciones que se confabularon para que Gonzalo tuviera que armarse de valor y soportar los dolorosos vaivenes de un traslado que no encuentra alternativas, ya que los numerosos reclamos de la comunidad para que se acondicione el camino, no encontraron nunca una respuesta.
La hora del día en que se produce el percance y la gravedad del paciente condicionan el traslado. Si ocurre ya avanzada la jornada, se debe esperar al otro día para ponerse en marcha, evitando así que la noche sorprenda al contingente, lo que prolonga el sufrimiento y el dolor y la incertidumbre de los pacientes.
fuente: contexto