En Irlanda, Inglaterra, Francia, Italia, Grecia y México, las iglesias Católica y Ortodoxa reconocen las manifestaciones del “jefe de los Ejércitos de Dios”. Esta es la historia de cada una
Para los fieles católicos y ortodoxos, es muy común hablar de las “apariciones Marianas” es decir, las visitas que la Virgen María realiza para dejar algún mensaje o alguna reflexión. Como por ejemplo Lourdes, Fátima, San Nicolás en Argentina, etcétera… Pero no solo se manifiesta la Virgen María, en muchos lugares santos y ángeles se les aparecen a diversas personas con distintos mensajes. Por ejemplo, el Arcángel San Miguel.
Es mencionado por la Biblia junto con Rafael y Gabriel. La palabra Miguel significa, en hebreo, מיכאל: Mija-El, Mikaiyáh o Mijaiá, que quiere decir “¿Quién como Dios?”. Y es venerado por las Iglesias católica, ortodoxa, copta y anglicana, también por el islam y es el jefe de los ejércitos de Dios.
Ocho son las apariciones que se registran de San Miguel Arcángel. La más antigua fue en Irlanda, en Skellig, donde se habría aparecido a San Patricio para ayudarle a liberar a ese país del demonio. Allí San Miguel le dice que tenga fe y que no quedará ninguna serpiente por donde él pase, y que convertirá a muchos a la Fe cristiana.
Por lo tanto, desde el siglo VII al XIII, una comunidad de monjes eremitas guiados según la tradición por San Finian habitó la mayor de las islas, Skellig Michael (Sceilig Mhichíl). El nombre con el que se designó a la isla es para honrar al arcángel San Miguel en el lugar de su aparición. La vida asceta de los monjes iba de la oración a la pesca y subsistencia, formándose una comunidad monástica que según se cuenta cristianizó a algunos vikingos como Olav Trygvasson hacia el año 1.000, quien a la postre sería Rey de Noruega. Durante siglos se llevaron a cabo peregrinaciones hasta el monasterio de las Skellig.
En Francia, el Monte Saint-Michel es otro punto famoso dedicado al Arcángel. Este es un pueblo construido sobre una pequeña isla rocosa del estuario del río Couesnon, en Normandía (Francia), alrededor de la Abadía del Monte Saint-Michel. En 708, el Arcángel se apareció en un sueño a San Auberto, obispo de Avranches, y le pidió que construya un santuario en su nombre. El Arcángel promete la protección especial a todos los que concurran a este monte a buscar su ayuda y también promete curar los males del espíritu. Por lo tanto, en 966 se estableció una comunidad de benedictinos y se construyó una primera iglesia. Al mismo tiempo, un pueblo comenzó a desarrollarse a su alrededor para dar la bienvenida a los primeros peregrinos, que comenzaron a concurrir en gran número.
Así, el templo quedó muy pequeño. En el S. XI se construyó un templo mayor, que es una verdadera proeza. Son cuatro criptas alrededor de la cima de la roca, y sobre ellas una gran iglesia abacial. La construcción del templo actual comenzó en el S. XII.
En Inglaterra se encuentra un lugar similar al Monte Saint-Michel de Normandía, pero es mucho menos conocido. Con similares características naturales que el normando, este lugar es llamado Saint Michael’s Mount y es un islote en la región de Cornualles, que con la marea baja se une a tierra firme al igual que el de Francia. En este lugar se construyó una abadía donde se narra la aparición de San Miguel.
Te puede interesar: Alfonsina Storni, la poetisa que admiraban su pares, eligió morir en el mar y se convirtió en himno
Se dice que el santo patrón de los pescadores visitó el lado occidental de la isla, debajo de donde está hoy la entrada al castillo, para proteger a los pescadores de cierto peligro. Desde ese momento el lugar es visitado por peregrinos que hacen turismo religioso. Hay registrados cuatro milagros que ocurrieron aquí entre 1262 y 1263. Lo que ha añadido magnetismo religioso y atracción para peregrinos de todo el mundo.
Italia posee tres de las más famosas apariciones del arcángel. En la cima del monte Pirchiriano, en la desembocadura del valle de Susa, a finales del siglo X se construyó una capilla que ahora es una cripta de estilo bizantino. La tradición relata que ese edificio lo edificó el ermitaño San Giovanni Vincenzo por pedido de San Miguel, y también se afirma que los materiales para levantarlo fueron transportados milagrosamente por un grupo de ángeles a la cima de la montaña. La orden benedictina construyó habitaciones para los peregrinos y un monasterio, y durante el S.XII y hasta el XVIII la afluencia de peregrinos fue constante. En la visión del ermitaño el Arcángel también prometió curaciones y protección a todos lo que alabasen en ese lugar al Señor. Como dato anecdótico, este lugar sirvió de inspiración a Umberto Eco para escribir “El nombre de la rosa”.
La localidad de Gargano se ubican en un promontorio sobre el mar Adriático, donde la península itálica forma la espuela de la bota. Dio origen y nombre a la comuna de Monte Sant’Angelo, que hoy pertenece a la provincia de Foggia, en el norte de la región de Apulia. Es el santuario más popular de todos los dedicados en Europa a San Miguel. En este lugar, el arcángel se apareció varias veces desde el 490 al 1656.
La primera aparición fue a un señor llamado Elvio Emanuele. Cuidaba a su ganado y uno de ellos se escondió en una cueva. Como era inaccesible, arrojó una flecha y está misteriosamente retorno hacia él causándole una herida. Comentó el hecho al obispo de lugar y el prelado declaró tres días de ayuno. Al tercer día, el Arcángel se le apareció y le dijo: “Yo soy el Arcángel Miguel y estoy siempre en presencia de Dios. La caverna es sagrada para mí, es una elección mía, yo mismo soy su Ángel Custodio. Allí en donde se abre la roca pueden ser perdonados los pecados de los hombres. Lo que aquí se pida en oración, será escuchado. Ve entonces a la montaña y dedica la gruta al culto cristiano”.
En el año 492, la ciudad de Siponto, (hoy desaparecida y reconstruida en otro sitio vecino bajo el nombre de Manfredonia) fue sitiada y San Miguel apareció por sobre la ciudad otorgándole protección. Alentados por el mensaje, los sitiados abandonaron la ciudad y comenzaron una furiosa batalla acompañada por una tormenta de arena y granizo que cayó sobre los invasores. Estos, asustados, huyeron. En reconocimiento a la gratitud, toda la población de Siponto subió la montaña en procesión.
Al año siguiente en 493, el Obispo Maiorano decidió ir a la caverna junto a todos los obispos, sacerdotes, religiosas y laicos de la región para pedir la protección del santo ángel. Y prometió, una vez allí, consagrar la caverna como templo. Ahí hubo otra aparición de San Miguel, quien le explicó al Obispo que este sitio ya estaba consagrado, convirtiéndo se en el único templo del mundo consagrado por una aparición angélica. Por eso se le otorgó el título de “Basílica Celestial”
En 1656, el Arcángel se apareció nuevamente para librar a la ciudad de Siponto de una terrible peste que la aquejaba. Fue el arzobispo Alfonso Puccinelli quien dio fe de esta aparición, y luego la peste cesó.
Te puede interesar: La historia de las vacaciones, desde la Biblia hasta Mar del Plata
A esta gruta han peregrinado infinidad de personajes importantes de la Iglesia católica y numerosos Papas, como Gelasio I, san León IX, Urbano II, Alejandro III, Gregorio X, san Celestino V, Juan XXIII cuando fue cardenal, Juan Pablo II y Benedicto XVI cuando fue cardenal. También reyes: Ludovico II, Otón III y su madre Teofanía, Enrique II, Matilde de Canossa, Carlos de Anjou, Alfonso de Aragón, Fernando el Católico, Segismundo el Viejo rey de Polonia, los reyes borbones Fernando I y Fernando II, Víctor Emanuel III y Humberto II de Saboya; diversos jefes de estado y ministros; y algunos santos y santas, entre otros Anselmo, Bernardo de Claravalle, Guillermo de Vercelli, Brígida de Suecia, Buena de Pisa, Alfonso de Ligorio, Gerardo Maiella, Pío de Pietrelcina y Francisco de Asís, quien no sintiéndose digno de entrar en la gruta se quedó a rezar sobre el umbral, besó la piedra del ingreso y grabó en ella el signo de la cruz en forma de “T” (tau), aún visible hoy. Este episodio es recordado en un altar dedicado a San Francisco al ingreso de la Basílica.
Con decreto oficial de la Santa Iglesia le fue concedido para siempre el privilegio del llamado “perdón Angélico”. Desde 1997, en efecto, los visitantes que se confiesan y reciben la Santa Comunión allí obtienen la indulgencia plenaria.
La otra aparición en territorio italiano del santo arcángel fue en la misma Roma. En el año 590 la ciudad estaba experimentando el momento más crudo de una peste y la población moría a gran escala. Por eso el papa Gregorio I decidió pedir la ayuda de los ángeles para combatir la plaga. El pontífice comenzó a celebrar misas, a hacer procesiones y a usar incienso incansablemente en las calles de Roma.
El Príncipe de los arcángeles, San Miguel, apareció en la parte superior del llamado “Castellum” que era el antiguo sepulcro del emperador Adriano en las orillas del Tíber, con su espada y se mostró envainándola. Con ese gesto anunció la liberación de la peste y que la Ciudad Eterna estaría a salvo. Desde ese momento el mausoleo de Adriano y el Castellum fueron conocidos como “Castel Sant’Angelo” y sobre su cima se erigió una iglesia dedicada a Sant’Angelo usque ad caelos. En el s. XIII una estatua que representaba al ángel en el acto de enfundar la espada se ubicó en la parte más alta del castillo y en la actualidad una piedra circular con las huellas que habría dejado el Arcángel cuando se apareció en el castillo para anunciar el fin de la peste se encuentran en los museos capitolinos de Roma.
El Arcángel no solo se apareció a los católicos, sino también a los ortodoxos, en este caso, griegos. San Miguel hizo una aparición en el santuario de Cherotipa, en Chonæ, una fortaleza cercana a Colosas. También en Frigia, hoy perteneciente a Turquía, donde fueron curados todos los enfermos que se bañaron allí invocando a la Santísima Trinidad y a Miguel.
Estas apariciones de San Miguel son ampliamente recordadas por la Iglesia de Oriente, que las conmemora cada 6 de septiembre.
Pero no solo en Europa apareció el Arcángel, sino también en México. En 25 de abril de 1631, en el pueblo de Santa María Nativitas, se manifestó a un natural del lugar de nombre Diego Lázaro de San Francisco mientras iba en una procesión, y le dijo: “Has de saber hijo mío, que yo soy san Miguel Arcángel; vengo a decirte que es voluntad de Dios y mía que digas a los de este pueblo y su contorno, que en esta quebrada que hacen dos cerros y es aquella que está frente a este lugar, hallarán una fuente de agua milagrosa para todas las enfermedades, la cual está debajo de una peña muy grande. No dudes de lo que te digo ni dejes de hacer lo que te mando.”
El vidente, pensado que lo tomarían por loco no dijo nada, y como consecuencia enfermó de manera repentina. Ya enfermo, el Arcángel se le volvió a aparecer a Diego en la medianoche del 7 al 8 de Mayo de 1631, lo sanó y se lo llevó a donde debía levantarse el santuario en su honor. Allí el Arcángel le dijo: “Aquí, donde toqué con mi cayado, está la fuente de la cual te hablé durante la procesión. Debes darla a conocer o serás gravemente castigado”.
San Miguel tocó tierra con su cayado y un fulminante rayo señaló el lugar de la fuente milagrosa. “La luz que ves desciende del cielo y es el poder que Dios está dando a esta fuente de agua para la sanación de todas las enfermedades y necesidades espirituales. Hazlo saber a todos”. Una tercera aparición tuvo lugar el 13 de noviembre de ese mismo año.
El santuario original, construido después de las apariciones, fue mandado a demoler por el Beato Juan de Palafox en 1643 para que se construyera una ermita más grande, que con algunas remodelaciones es el templo actual, el mismo que él consagró.
FUENTE:INFOBAE