En la milla 200 del mar Argentino, justo donde termina la zona económica exclusiva de la Argentina, una luz intensa ciega momentáneamente a quienes se acercan en barco de noche. Cuando la vista se acostumbra, lo que se ve son miles de lámparas que entre 500 y 600 buques extranjeros sostienen sobre el agua.
Son barcos poteros que se dedican a capturar calamar illex, una especie que, durante el verano del hemisferio sur, abunda en el mar patagónico. Los costados de los barcos están chorreados de una sustancia marrón, viscosa. Es la tinta de millones de calamares que son depredados en ese ecosistema cada día. En una buena noche de pesca, las capturas pueden ser de hasta 50 toneladas.
Informe especial
Según datos de la ONG Oceana, el 70% del tiempo de pesca en la zona pertenece a buques chinos. El resto se divide entre Corea del Sur, Taiwán y buques de pesca arrastrera de España o Portugal. Argentina apenas cubre entre el 1 y el 3% de las horas de pesca.
Por legislación internacional, toda actividad que ocurra detrás de la milla 200 está completamente desregulada. Son aguas internacionales de libre pesca. La Argentina solo puede actuar si los barcos cruzan a la zona económica exclusiva local, donde solo pueden pescar navíos con bandera argentina. Sin embargo, el ecosistema no reconoce fronteras.
La depredación en la milla 200 acumula denuncias desde hace años que van desde condiciones de esclavitud arriba de los barcos y pesca ilegal hasta captura de especies protegidas.
Sin embargo, según el análisis de documentos oficiales y entrevistas exclusivas, TN comprobó que en los últimos 10 años empresas chinas fueron ingresando al país a través de la compra de pesqueras locales. Es decir que hoy, quienes pescan irregularmente por fuera de la zona económica exclusiva, también lo hacen adentro con tripulantes extranjeros, barcos propios, pero bandera argentina.
Cada año, entre noviembre y mayo, la gran flota pesquera extranjera se posa en el mismo lugar: el Agujero Azul. Justo fuera de la zona económica exclusiva argentina, este espacio marino que está frente al golfo de San Jorge, entre Chubut y Santa Cruz, es donde se alimentan especies como el calamar, la merluza y la merluza negra.
Pese a su riqueza biológica y ecosistémica, la zona no tiene ningún tipo de protección internacional o local. Y como son aguas internacionales, la Argentina no tiene injerencia en esa actividad.
Dos tipos de barcos pescan en el lugar: poteros (que sacan calamar ayudados por unas potentes luces) y arrastreros (que pasan sus redes por el fondo marino para capturar merluza).
Según datos de la organización Global Fishing Watch, en 2017 los poteros pescaron 130.789 horas en la temporada alta de calamar del Agujero Azul. En 2022, cinco años después, ese número llegó a 354.367. Casi el triple.
Cientos de barcos con sus potentes lámparas depredando el océano sin control. La intensidad de la actividad es tal que las luces de los buques son captadas por satélites desde el espacio.
“Las dos principales artes de pesca que se usan son la de arrastre y la de calamar. La de arrastre, que es la más destructiva, es como una deforestación del fondo marino. Se usan grandes redes que son muy poco selectivas. Destruyen bosques corales y también se llevan muchas veces pequeños mamíferos”, explicó a TN Luisina Vueso, coordinadora de la campaña de océanos de Greenpeace.
Esta actividad es ilegal porque el fondo marino de la plataforma continental sí le pertenece a la Argentina. Sin embargo, al no permitirse inspectores extranjeros a bordo, es imposible probar que las redes no están pescando en la columna de agua sino en el fondo.
“La otra arte de pesca son los barcos poteros, que son bastante más selectivos, pero por la intensidad de la pesca están haciendo realmente un desastre a nivel ecosistémico”, agregó Vueso.
Los poteros pescan de noche y utilizan sus potentes luces para atraer al calamar. Permanecen en la Patagonia durante toda la temporada y el abastecimiento de mercadería, relevo de tripulantes y traslado de la captura a puerto se hace por medio de reefers.
Son barcos con grandes cámaras frigoríficas que llevan y traen desde puertos cercanos. Por la laxitud en los controles, los de uso más frecuente son el de Montevideo y el de Panamá.
Según el reporte del Departamento de Estado de Estados Unidos, entre 2013 y 2020 “un promedio de un marinero muerto por mes se ha asociado a barcos chinos y taiwaneses que atracaron en el puerto de Montevideo y en aguas de Uruguay. Los trabajadores extranjeros a bordo de estos buques suelen ser sometidos a abusos, esclavitud y trabajo forzoso”.
fuente:contexto