El espejo social y la promesa de igualdad
El psicoanálisis tiene mucho para decir de lo que sucede en la polis, en sus intercambios, en sus particulares lazos, en el modo en el que circulan los discursos. ¿Cómo hacer lecturas e intervenciones sobre los lazos en la cultura desde nuestra praxis? Siendo que nuestra praxis está centrada en la constitución subjetiva y sus avatares. Este es mi interrogante central. Nuestros maestros han dejado sus marcas, sus trazas en cuanto a estas posibilidades, ¿cómo hacer algo con ellas?
El espacio de los intercambios sociales se constituye desde el mito parricida, que funda lo social y lo político, iniciando en un pacto segregativo entre hermanos, sin el cual no serían posibles los lazos regulados, la norma simbólica. La sociedad.
Este mito da cuenta que la forma originaria del lazo social no considera como partida el todos somos iguales, sino más bien el Uno es diferente a todos. La segregación así es condición para el lazo social, partiendo de la premisa de su negación, que como tal, permanece latente.
En ese mismo movimiento lo social ofrece la ilusión de la totalidad, de la unidad, que se muestra coagulada en los distintos ideales. Así se sostiene una promesa, un modelo para la integración oceánica, en función de los discursos del “bien común”, del progreso de la humanidad, de lo que debe significar la vida para los seres humanos en esta sociedad, y en cómo hay que vivirla. Es una promesa que asegura -en teoría- a todos las mismas condiciones de acceso a los goces. A condición de sostener sus prohibiciones segregativas. Pero el modelo, ya lo sabemos, es fallido. La condición de iguales entre los seres humanos no tiene el menor fundamento, ni el menor asidero; superiores o inferiores, nunca iguales.
¿Cómo leer los actos segregativos de nuestra sociedad hoy?, ¿qué es lo que segregamos, lo que dejamos afuera, lo que se torna insoportable en nuestros lazos sociales?, ¿bajo qué modos?
Es en la “visión” de nuestros semejantes que construimos el espacio de lo social. Visión que parte, en cada caso, de nuestra particular constitución subjetiva, de nuestros avatares. Ahora bien, el espacio exogámico brinda las opciones, las alternativas, los discursos para su despliegue, su puesta en acto, su resolución o su estallido. Desde allí propongo pensar, ¿ qué visiones del semejante se nos proponen ahora?
Los discursos vigentes que nos atraviesan en nuestra cultura actual tienden a categorizar, cualificar y homogeneizar hasta lo más íntimo, subjetivo y singular de cada uno, desde estos ideales del bien común. Estos ideales en muchos casos se sustentan en aspectos considerados biológicos.
Giorgio Agamben plantea en su libro “Homo sacer….” un interrogante que quisiera traer. El se pregunta cómo es posible que en la actualidad, en el siglo de las grandes conquistas en derechos humanos, sociales y de tan espectaculares avances en la ciencia y la tecnología, se coexista con los más brutales regímenes hegemónicos, segregacionistas y totalitarios.
Para explicar estas paradojas Giorgio Agamben introduce el concepto de nuda vida, que sería la vida tomada en su faz más puramente vital, despojada si eso fuera posible, de nada más que su latido. El habla de que esta nuda vida, antes ubicada totalmente por fuera del espacio social y político, ahora tendría una “localización dislocante”, ya que sería parte del espectro social y político actual, tendría un lugar central en él y al mismo tiempo es también un lugar de exclusión. Como ejemplo paradigmático, habla de los campos de concentración.
Algunos grandes debates de nuestra sociedad han girado en torno a cuestiones supuestamente biológicas: la vida intrauterina, la identidad de género, la elección sexual, la eutanasia, el racismo y podría seguir enumerando. Son temas muy diversos pero sostienen el debate caracteres biológicos que darían cuenta del concepto de vida y de sexo que se intenta sostener e imponer. Vida y sexo; los bienes soberanos de la sociedad. Y allí entramos en las mencionadas conquistas de derechos y las prácticas segregativas.
La nuda vida al modo agambiano es una vida banalizada a mi entender, es una vida que sólo se justifica en su latido más precario, y por él también merece el aniquilamiento. La nuda vida en el paradigma político actual, es su cara real y mortífera, es la cara que establece y sostiene las prácticas segregativas, lo latente, lo que queda en el borde/ fuera de los intercambios simbólicos. Lo que se torna insoportable es la proximidad del goce de los otros, los prójimos, es lo que desata la agresividad constitutiva.
Dice Lacan: “…lo que quiero es el bien de los otros a condición de que siga siendo a imagen del mío…”. Seminario 7: La ética. Entonces todo lo que amenaza romper este espejo, provoca los estallidos de violencia.
Estos discursos sociales que establecen la política del otro, con el otro, hacia el otro, del semejante, establecen cuáles son los modos de goce posibles a ser tolerados, que en muchos casos aparecen como goces enlatados y estandarizados. Cualquier amenaza que rompa o resquebraje el espejo social en el cual nos miramos desata la ira, la agresividad, sea en los espacios comunes, sea en las redes sociales, etc.
En el goce de los bienes soberanos, vida y sexo, vemos la sucesión de muertos y segregados por suponerles un goce- fuera del espejo social-: en los debates actuales: morir por abortar, morir por ser mujer, morir por ser travesti, morir por ser negro, morir por ser judío, morir por no ser sólo un latido o morir sólo por serlo.
AUTOR:
Ana Perl.
Psicologa egresada de la Universidad Nacional de Tucumán