El exintendente de San Miguel de Tucumán, todavía parece no asimilar la derrota que sufrió su esposa Beatriz Avila a manos de Rossana Chahla, y ahora manda a su tropa “pesada” a golpear a la recién iniciada gestión de la intendenta.
Con mesiánicas declaraciones como decir que Rossana Chahla “no tiene empatía con los ñoquis” que el mismo nombró o mandando al concejal Ale a ponerse al frente del reclamo de los despedidos Alfaro busca tener el protagonismo que las urnas le negaron tanto a su formula con Sánchez, como también a la de su esposa senadora Beatriz Avila que fue su candidata a intendenta para la Capital.
Hay una profunda confusión en el discurso que proclama Alfaro, a la mañana defiende a los ñoquis y a la tarde viaja a Buenos Aires y se toma fotos con Mauricio Macri , promotor del electo presidente Milei que ganó con un discurso contra la casta y los ñoquis en el estado.
Paro lo más deleznable de estas actitudes es que Alfaro estuvo al frente de San Miguel de Tucumán durante 8 años consecutivos y llevo a la ciudad al oscurantismo y la decadencia edilicia, de orden en el tránsito, corrupción maximizada en las habilitaciones a negocios, cierre del Mercado del Note, Cierre de la Asistencia Pública, abandono del Parque 9 de Julio que quedo en manos de vendedores de toda clase y algunas zonas como la de los viveros en manos de elementos de mal vivir, las reparticiones municipales sin herramientas ni maquinarias, etc, etc.
A German Alfaro hay que recordarle que vivimos en democracia, que hay elecciones que se ganan o pierden, y sobre todas las cosas hay que respetar la ley, no se puede mandar a amenazar al Rossana Chahla y salir impune, el tiene responsabilidades ya que representa un espacio político en la provincia. Esta semana mando a sus soldaditos Ale, Amaya, Toscano a realizar el trabajo sucio, jugando sin duda con la desesperación de mucha gente. A 40 años de la vuelta de la democracia no se puede permitir que estos personajes degraden cada vez más a la sociedad, hay que exponerlos y decir lo que son, en este caso un desestabilizador ni más, ni menos.
Juan Rivadeneira
Editor