Memorias de una pareja tóxica que solo la muerte pudo separar.
Cuando hace mas de 34 años Carlos Menem hizo objeto de esa desmesura a Zulema Yoma, los medios sensacionalistas se regodearon con los detalles escandalosos y hubo reacciones que fueron desde el análisis político más serio hasta la burla chabacana. Pero a las voces condenatorias del machismo que hoy hubieran estado en el centro de la escena las reemplazaron entonces el silencio y el espectáculo.
“Nos echaste como a un perro”
El 12 de junio de 1990 por la tarde Zulema, rodeada de fotógrafos y cronistas con micrófonos y cámaras de televisión intentó infructuosamente reingresar a la residencia de Olivos, después de ser echada (por orden de su esposo) por el jefe de la Casa Militar, brigadier Andrés Antonietti, que había poblado la quinta con fuerzas policiales y se había armado con un aerosol paralizante por si debía vencer la resistencia física de la primera dama.
Ella había querido resistirse a la expulsión, pero su hijo Carlos Júnior la disuadió cuando al descubrir una ambulancia estacionada en la entrada le advirtió que quizás había instrucciones de su padre de internarla en un psiquiátrico si provocaba alboroto. No era descabellado, la amenaza había sido proferida en más de una refriega matrimonial. Y para crearle una imagen de inestabilidad emocional, le habían llegado a atribuir la afirmación de que su esposo había puesto un cocodrilo en la pileta para matarla.
“Nos echaste como se echa a un perro”, le enrostraría públicamente a Menem su hijo mayor. Zulema se fue consolada por sus dos hijos, vociferando airadas denuncias de corrupción hacia el presidente y su entorno. Y más tarde hablaría de “machismo recalcitrante”. Él se justificó desde las tapas de las revistas diciendo “Entre la Patria y la familia, elijo la Patria”. Se habrá arrepentido mientras lloraba sobre el féretro de su hijo cuando éste falleció el 15 de marzo de 1996 al caer con su helicóptero en Ramallo, nunca se supo con certeza si por accidente o como consecuencia de un atentado.
¡Esta casa es mía, mía!
Menem estaba en Roma, para presenciar el Campeonato Mundial de Fútbol (al día siguiente la selección argentina iba a jugar con la de la Unión Soviética), y antes de partir había advertido a Antonietti: “Cuando vuelva quiero que todo esté solucionado. Esta casa es mía”.
Para dar sustento legal a la expulsión de Zulema y sus dos hijos (Carlos Junior y Zulemita), había firmado el decreto 1026 que establecía que “el acceso, la permanencia y el uso de las instalaciones” de la residencia quedaban al exclusivo arbitrio del Presidente. El desalojo no fue una medida súbita: la resolución tenía fecha del 26 de mayo, o sea de diecisiete días antes.
Las razones de la drástica decisión de Menem excedían lo conyugal, sentía que ella quería condicionarlo políticamente. (“Resulta inaceptable tu pertinaz interferencia”, le planteó en un telegrama). Algunas declaraciones públicas de Zulema (“hay muchos delincuentes en este gobierno”, replicadas en miles de afiches callejeros en tiempos de contrabando de armas) y sus relaciones excesivamente cercanas con personajes como el coronel Mohamed Alí Seineldín lo habían decidido a alejarse definitivamente de ella.
En su edición 712 de mayo de 1990 la revista “Somos”, de su amigo Constancio Vigil anunció en un triangulito de tapa: “Menem se separa de Zulema”. El 16 de ese mes se fue de Olivos, y se instaló en el departamento de su secretario privado, Miguel Ángel Vicco, decidido a regresar solamente cuando no tuviera que escuchar ni verle la cara a su esposa.
Hasta que la muerte nos separe
Se estaba por cumplir un año de la asunción del primer presidente argentino de origen musulmán, ocurrida el 8 de julio de 1989. El escandaloso desahucio desencadenó el final del matrimonio, que había sobrevivido durante veinticuatro años a riñas, separaciones y romances varios de Menem, incluido el que tuvo en Formosa desde 1981 con la maestra Martha Meza, durante su etapa de detenido por la dictadura. De la relación nació ese año Carlos Nahir, el hijo extramatrimonial al que tardó un cuarto de siglo en reconocer legalmente.
Ni siquiera el nuncio apostólico Ubaldo Calabresi, que había cumplido un rol fundamental en la mediación papal que evitó la guerra entre la Argentina y Chile por el conflicto en torno al Beagle pudo esta vez reconciliarlos. Había logrado reunirlos luego de otra prolongada separación, en vísperas de las elecciones presidenciales de 1989. En esa oportunidad les planteó a los antagonistas conyugales que pensaran en sus hijos y “en los votos” (no precisamente los matrimoniales).
Se habían separado por primera vez en el verano de 1984, cuando para escapar de una golpiza de su esposo, Zulema buscó amparo en la casa del jefe de la Policía de La Rioja, Héctor García Rey, junto al que formularon la denuncia respectiva. Menem estaba de vacaciones en Mar del Plata cuando recibió días después informaciones de que García Rey dormía en la residencia gubernamental.
Mientras comenzaban a correr rumores de una relación sentimental de la primera dama provincial con García Rey, éste se negó a renunciar y fue destituido, pero se refugió con su esposa y sus hijos… en la casa de Menem. Al final García Rey se fue de la provincia, y ella se instaló en Buenos Aires con Zulemita y Junior.
Zulema pidió el divorcio por “injurias graves e infidelidad” en 1991, y lo obtuvo cuatro años después por “mutuo consentimiento”. Ese divorcio no marcaría el término de la tóxica relación en la que se mezclaron la religión, el amor, el rencor, la traición, la política, la violencia, el maltrato… y el perdón. Zulema estuvo junto a Menem cuando éste murió el 14 de febrero último, a los 90 años de edad (en los tiempos postreros ella lo cuidó en su residencia de Echeverría al 3500 de Belgrano, volvieron a convivir y hasta hubo rumores de nuevo casamiento).
Sólo la muerte pudo separarlos definitivamente. Recién entonces llegó el final de la historia en común que había comenzado más de medio siglo antes, cuando jóvenes (ella 24 años, él 36) se conocieron en 1964 en la ciudad de Damasco, capital de la Siria de sus ancestros. Él se deslumbró con su belleza (“me encandiló”) diría en su autobiografía. Ella se enamoró (“fue el único hombre de mi vida” llegó a afirmar. Fue casi el único momento transparente de una relación que no tardaría en enturbiarse sin remedio.
Flechazo en Damasco
Mohibe, la madre de Menem utilizó el fuerte ascendiente que tenía sobre su hijo para persuadirlo de que se casara con Zulema contra su voluntad. La movió la decisión de poner fin a la relación de Carlos con Ana María Luján, una mujer con dos hijos separada de un militar con la que noviaba desde siete años atrás y fue “el único amor de su vida”. Ana María nunca se separaría de él. Lo acompañó como secretaria de Cultura durante sus gobernaciones en La Rioja, y como asesora con despacho en la Casa Rosada desde que asumió la Presidencia.
Los padres de Carlos y Zulema, Mohibe y Saúl Menehem y Chaha y Amín Yoma, profesaban la religión del Islam. Reunidos en Siria en 1964 arreglaron el casamiento de sus hijos, primero por poder (recién con ese documento en las manos los Yoma dejaron viajar a su hija a La Rioja), y después, el 7 de setiembre de 1966 en una ceremonia religiosa en la Argentina, que combinó los ritos musulmán y católico. Aquí se plantea la cuestión de cuál era la religión que profesaba Menem, que estuvo rodeada de la ambigüedad que lo caracterizó.
Cuando se presentó como candidato a Presidente regía la Constitución de 1853, que establecía que el presidente tenía que ser católico. Zulema, que nunca renegó del islamismo, sostuvo siempre que su marido era musulmán y se convirtió al cristianismo en 1966 (cuando se casó) con vistas a que ese requisito legal no le arruinara sus sueños de llegar a la Casa Rosada.
Él por su parte desmintió a quienes “dijeron sin conocer que mi condición de católico era mentirosa”. Lo hizo mediante una lírica apelación en su autobiografía “Mi vida y mi historia política”, de 2017, en la que después de afirmar que su madre “tenía una gran devoción por (la Virgen) María”, sostuvo que “siempre me sentí atraído por la fe católica”, y que “una vecina que se percató de ese sentimiento me hizo bautizar a escondidas de mis padres”. Como prueba de ecumenismo dijo por si hacía falta que en sus primeros días “fui amamantado por dos amas de leche judías”, por la debilidad de su madre.
El “califa” de Olivos
La destacada periodista y ex legisladora Norma Morandini pone de relieve que el nacido en La Rioja fue “el primer presidente musulmán, enterrado con los ritos del Islam” que “debió convertirse para no irritar a las elites porteñas”, y al enfocar su relación matrimonial desde la óptica religiosa y de la cuestión de género, señaló: “Menem fue un presidente que disfrutó el poder como un califa, y ´repudió´ a su mujer Zulema, como lo permite el Islam. Sin embargo a nadie le pareció anormal que el presidente de un país católico expulsara a la primera dama de la residencia oficial. Ninguna feminista se escandalizo por semejante humillación”.
En efecto, era llamativa la falta de condena social al escarnio público que Menem infligía a Yoma. Con títulos de tapa como “Las aventuras de Menem”, las revistas llenaban páginas con las andanzas “donjuanescas” del Presidente que avergonzaban a Zulema. Entre los escarceos amorosos admitidos públicamente por los protagonista y aquéllos atribuidos en la prensa del corazón, la lista era larga, e incluía nombres como Alejandra Pradón, Graciela Alfano, Amalia “Yuyito” González y Thelma Stefani y María Julia Alsogaray.
Cuando se presentó como candidato a Presidente regía la Constitución de 1853, que establecía que el presidente tenía que ser católico. Zulema, que nunca renegó del islamismo, sostuvo siempre que su marido era musulmán y se convirtió al cristianismo en 1966 (cuando se casó) con vistas a que ese requisito legal no le arruinara sus sueños de llegar a la Casa Rosada.
Él por su parte desmintió a quienes “dijeron sin conocer que mi condición de católico era mentirosa”. Lo hizo mediante una lírica apelación en su autobiografía “Mi vida y mi historia política”, de 2017, en la que después de afirmar que su madre “tenía una gran devoción por (la Virgen) María”, sostuvo que “siempre me sentí atraído por la fe católica”, y que “una vecina que se percató de ese sentimiento me hizo bautizar a escondidas de mis padres”. Como prueba de ecumenismo dijo por si hacía falta que en sus primeros días “fui amamantado por dos amas de leche judías”, por la debilidad de su madre.
El “califa” de Olivos
La destacada periodista y ex legisladora Norma Morandini pone de relieve que el nacido en La Rioja fue “el primer presidente musulmán, enterrado con los ritos del Islam” que “debió convertirse para no irritar a las elites porteñas”, y al enfocar su relación matrimonial desde la óptica religiosa y de la cuestión de género, señaló: “Menem fue un presidente que disfrutó el poder como un califa, y ´repudió´ a su mujer Zulema, como lo permite el Islam. Sin embargo a nadie le pareció anormal que el presidente de un país católico expulsara a la primera dama de la residencia oficial. Ninguna feminista se escandalizo por semejante humillación”.
En efecto, era llamativa la falta de condena social al escarnio público que Menem infligía a Yoma. Con títulos de tapa como “Las aventuras de Menem”, las revistas llenaban páginas con las andanzas “donjuanescas” del Presidente que avergonzaban a Zulema. Entre los escarceos amorosos admitidos públicamente por los protagonista y aquéllos atribuidos en la prensa del corazón, la lista era larga, e incluía nombres como Alejandra Pradón, Graciela Alfano, Amalia “Yuyito” González y Thelma Stefani y María Julia Alsogaray.
Pero más grave todavía era la indiferencia hacia la información sobre la violencia física que Menem infligia a su esposa, que trascendía del entorno presidencial. Los escritores Gabriela Cerrutti, en su libro “El Jefe” y Alejandro Margulis, en su obra “Junior. Vida y muerte de Carlos Saúl Menem (h)”, abundan en descripciones sobre las agresiones que dejaban marcas en el cuerpo de Zulema, prácticamente desde que se casaron.
http://https://youtu.be/mOyGVBun04Q
“Está loco, me va a matar”
Cerrutti reproduce lo que el 3 de mayo (cuarenta días antes del desalojo) le dijo Zulema a uno de sus secretarios, Jorge Mazzucheli, cuando éste entró al dormitorio en el que ella se encontraba acostada en la cama. “Estoy muy mal, me pegó, me pegó toda la noche”. Señala la publicación que “entonces le mostró un rasguño que tenía sobre el pecho y moretones en los brazos” y concluyó con la frase: “Está loco, me va a matar”.
Margulis cita a Gustavo Brizuela (el obstetra que atendió a Zulema cuando el hijo con el quedó embarazada tres meses después del casamiento nació muerto por un síndrome respiratorio) para reseñar un hecho de violencia. Relata que una vez cuando “el médico la encontró a Zulema con la cara amoratada por los golpes” se suscitó el siguiente diálogo con Menem.
En los libros citados hay diferencias en la alusión al mismo traumático episodio protagonizado por Carlos Junior, ya crecido, y Menem. “Carlitos puso una pistola en la sien de su padre advirtiéndole que iba a matarlo si volvía a pegarle a su madre”, evoca la escritora. Pero Margulis comenta que el médico Brizuela “nunca escuchó aquello”, aunque sí que “le dio una paliza. Público y notorio fue que lo estropeó, ya siendo Presidente, en Olivos”.
Aborto e hipocresía
Los dos hijos del matrimonio de Menem con Yoma nacieron en La Rioja. Carlos Saúl Facundo (Junior) el 23 de noviembre de 1968, y Zulema Eva el 25 de diciembre de 1970. Entre ambos nacimientos, cuando su hijo mayor tenía siete meses, Zulema quedó nuevamente embarazada, pero interrumpió la gestación con un aborto consentido con su marido, según se ocupó de proclamar. El episodio puso nuevamente en tela de juicio la coherencia entre los dichos y los actos del riojano, y la ética de su relación con la compañera de su vida, con los derechos de las mujeres en general y con la actitud a seguir ante un embarazo no deseado, en particular.
El 8 de diciembre de 1998, día de la celebración católica de la Inmaculada Concepción de la Virgen, el presidente firmó un decreto por el que se creó el Día del Niño Por Nacer. No fue casual la fecha. Fue justo cuando se autorizó judicialmente la interrupción del embarazo en una niña de diez años y en una joven con retraso madurativo que sufrió una violación. Y fue un año antes de que Zulema revelara a la periodista Mariana Carbajal, de Página 12, que Menem estuvo de acuerdo con el aborto y que “él me acompañó” cuando una mujer se lo practicó.
Ante una pregunta directa de Mariano Grondona sobre la afirmación de su ex esposa, Menem respondió entre titubeos: “No, no, no… yo no estoy diciendo que miente ni estoy desmintiendo, ni estoy asintiendo. Simplemente no respondo sobre el tema”. Pero proclamo que “soy antiabortista, por principio y por convicción”. El 30 de diciembre de 2020, cuando se sancionó la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo no pudo incidir con su voto negativo, estaba internado peleando por su vida. Murió el 14 de enero de 2021 en el sanatorio Los Arcos, diez días antes de la promulgación de la norma.
Carlos y Zulema ya habían muerto en vida en algún sentido cuando en 1995 tuvieron que enterrar a su hijo Carlos Junior, que falleció a los 27 años al precipitarse a tierra su helicóptero sobre un maizal de la ciudad bonaerense de Ramallo. En esa ocasión se reflotaron los comentarios maliciosos sobre la salud mental de Zulema por la vehemencia con la que defendió la convicción de que la tragedia fue provocada por un atentado.
En cambio Menem sostenía la hipótesis del accidente. Ella quedó satisfecha y se sintió reivindicada luego de que Menem su ex esposo acabara dándole la razón. La desgracia común, y el paso del tiempo que aplaca las pasiones fueron acercándolos y ella lo acompañó hasta el final. “Se fue agarrado de la mano de mi mamá”, resumió Zulemita.
fuente:TN