La carrera armamentista y los fanatismos ponen al mundo en un riesgo de estallido atómico nunca visto desde la Guerra Fría
MADRID.- La historia se repite en cámara lenta. En 1962, la crisis de los misiles en Cuba tuvo al mundo durante 13 días al borde de la destrucción, con Estados Unidos y la Unión Soviética lanzados a una confrontación que pudo desatar una guerra nuclear a gran escala.
Ahora la alarma del apocalipsis vuelve a sonar, menos urgente, pero siempre amenazante: científicos y expertos en geopolítica advierten que nunca desde el fin de la Guerra Fría existió una probabilidad tan alta de catástrofe atómica.
Se combinan múltiples hipótesis de conflicto. Al tope de la lista figura la actitud desafiante del régimen norcoreano de Kim Jong-un, sumado a la incertidumbre sobre cómo manejará Donald Trump el botón nuclear. Pero también preocupan el rearme de la Rusia de Vladimir Putin , la inestabilidad política en Paquistán -con la opción latente de que grupos extremistas accedan a armas devastadoras- y las dudas sobre el futuro del pacto de no proliferación firmado con Irán.
Aparte de los factores políticos crece el riesgo de una guerra por accidente. Los sistemas informáticos de comando y control del armamento aumentan el riesgo de errores de interpretación o de infiltraciones de programas malignos que provoquen ataques inesperados, como alertó esta semana el Instituto de Investigación sobre el Desarme de las Naciones Unidas.
Entonces las cifras se vuelven desalentadoras. El ritmo de reducción de arsenales se ralentizó en los últimos años. Rusia y Estados Unidos -que tienen el 93% de las bombas- aprobaron millonarios planes de modernización. Los otros siete países trabajan en el desarrollo de misiles capaces de transportar ojivas nucleares. China, India, Paquistán y Corea del Norte están además aumentando su stock.
“La posibilidad de una catástrofe nuclear hoy es la más grande desde la crisis de los misiles en Cuba”, alertó esta semana William J. Perry, ex secretario de Defensa de Estados Unidos.
Es una inquietud extendida. El Boletín de Científicos Atómicos (BCA) creó hace 70 años el Reloj del Apocalipsis, que marca cuán próxima está la humanidad de la destrucción. Este año movió las agujas hasta dejarlas a dos minutos y medio de la medianoche, metáfora del fin de la historia. Nunca estuvo tan cerca desde 1953.
“El lenguaje amenazante e irresponsable que se usa en el mundo, y especialmente en Estados Unidos, para hablar de las armas nucleares, más el creciente desprecio por las opiniones profesionales son motivos que elevan el riesgo hasta una situación real y preocupante”, señala Rachel Bronson, directora ejecutiva del BCA
El pulso de Trump a la hora de lidiar con la amenaza nuclear se pone a prueba con el desafío de Corea del Norte, embarcado en un programa para desarrollar misiles de larga distancia capaces de transportar cabezas atómicas hasta la costa oeste de Estados Unidos.
Los recientes ataques norteamericanos en Siria y en Afganistán se interpretaron como una señal al dictador Kim. Apenas después Trump anunció que había enviado a la península coreana una flota encabezada por el portaaviones nuclear USS Carl Vinson, en respuesta al anuncio del régimen de Kim de una nueva prueba de misiles.
“Corea del Norte es un régimen cuya pervivencia depende de ser muy agresivo en su postura. Tiene armas nucleares y es cuestión de tiempo que tenga capacidad de atacar”, sostiene Félix Arteaga, investigador del Real Instituto Elcano, experto en seguridad y defensa.
Destaca un factor que hace difícil moderar a Kim. La guerra de Libia -en la que murió el dictador Khadafy- y el avance ruso en Ucrania pusieron fin a una lógica que funcionó durante décadas con proliferadores eventuales: las grandes potencias ofrecían no intervenir en regímenes autoritarios a cambio de que abandonaran sus programas nucleares. A Kim todo lo invita a seguir intentándolo. Trump abandonó la “paciencia estratégica” de Barack Obama y quiere forzar a los chinos y rusos a intervenir en el régimen norcoreano.
Shannon Kile, experto del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, ve difícil un paso atrás de Kim: “Hoy todos los países que poseen armas atómicas priorizan la disuasión nuclear como la base de su estrategia de seguridad nacional”.
Durante la Guerra Fría rigió la doctrina de la destrucción mutua asegurada, un mecanismo de contención basado en la certeza de que ni Estados Unidos ni la Unión Soviética quedarían en pie en caso de un enfrentamiento nuclear.
Arteaga cree que esa lógica es menos clara ahora. “Funcionaba con actores racionales, que tenían mucho que perder. Pero ahora hay otros protagonistas en el tablero.”
No es sólo Kim. En Paquistán -tiene entre 110 y 130 bombas nucleares- la inestabilidad del gobierno y la presión del extremismo islámico potencian las alarmas. Los servicios de inteligencia occidentales tienen la preocupación de que el terrorismo consiga capacidad atómica. Por eso se invirtió tanto en alcanzar un acuerdo con Irán en 2015 para que congelara su programa de enriquecimiento de uranio.
De lo que pase en Irán, en Paquistán y en Corea del Norte depende una nueva era de proliferación. Los países del Golfo Pérsico y sobre todo Japón y Corea del Sur se plantean desarrollar armas atómicas como forma de blindarse ante sus enemigos.
Otra carrera armamentística expondría al mundo a que la repetición de Hiroshima sea una hipótesis menos descartable. Sólo que su escala sería inimaginable. Cada uno de los 440 misiles intercontinentales Minuteman III que Estados Unidos tiene en alerta en bases del medio oeste norteamericano carga una ojiva 30 veces más poderosa que la bomba que destruyó la ciudad japonesa en 1945.
Pyongyang provoca a China, su gran aliado
Corea del Norte advirtió ayer a China de “consecuencias catastróficas” en sus relaciones bilaterales después de que el país vecino y tradicional aliado endureció sus sanciones contra Pyongyang, aunque sin referirse de forma directa a Pekín.
En un comentario difundido por la agencia estatal de noticias KCNA ese país, según el artículo, “está diciendo tonterías” sobre “su capacidad para preservar la seguridad de Corea del Norte y de ofrecer la ayuda necesaria para su prosperidad económica”, además de sugerir que Pyongyang “no sobrevivirá a las estrictas sanciones económicas aplicadas”.
En otra clara alusión a China, el comentario señala que el país vecino “apoya ahora a Estados Unidos, que antes era su rival, a raíz de los desarrollos del programa nuclear y de misiles de la DPRK”.