El domingo intentó un segundo ataque al oficialismo en términos económicos, adelantando que tiene en la mira una reducción drástica de las tasas que se pagan por las Leliq, asumiendo inmediatamente después que el dólar (contenido por esos intereses) está atrasado. A continuación, agregó que el dinero que se ahorrará el Estado por la reducción de ese costo se destinará a la mejora de los pagos de los jubilados. Al no haber explicado con más detalles en qué consiste técnicamente su propuesta, y sin aclarar si se trataba o no de una opinión o de una idea “de campaña”, el concepto que quedó de la declaración de principios del candidato. La propuesta sería algo así: se bajarían rápidamente las tasas de interés de las Leliq, liberando, en parte, el tipo de cambio para que suba el dólar. Si bien Fernández nunca habló de default, sino de dejar de pagar tasas de Leliq tan altas, también es cierto que no aclaró si el movimiento se complemetaría, o no, con otras medidas de controles financieros. El resultado negativo de la interpretación de los agentes económicos y financieros fue así inevitable.
Horas más tarde, fue una de las voces más sensatas del bloque opositor el que explicó a qué se refería Alberto Fernández. Guillermo Nielsen dijo que “nadie va a usar Leliq para financiar el gasto público; las Leliq son instrumentos de intervención monetaria y necesitamos lograr que la intervención monetaria sea a tasas más bajas que las actuales”. Criticó al actual Gobierno al estar “usando el atraso cambiario para propiciar el carry trade y porque está jugando en un terreno estrictamente electoral con los dólares de fondo”.
Otro de los asesores del candidato, Arnaldo Bocco, dijo que las declaraciones de Fernández parten del supuesto de que la masa total de Leliq que hay supera el billón de pesos y paga una tasa del 70%. Las tasas de interés vuelan y se convierten en un atractivo impresionante para la bicicleta financiera”. Para el director del Departamento de Economía y del Observatorio de la Deuda Externa, el precandidato de Frente de Todos “nunca habló de defaultear”, sino de “bajar la tasa”. También hubo aclaraciones de disciplinamiento del director gerente para el Hemisferio Occidental del FMI, Alejandro Werner, que aseguró que “las tasas de interés reales deberán permanecer en niveles más altos por más tiempo”.
Lo importante del planteo de Alberto Fernández es haber puesto en foco el debate de uno de los nudos más importantes de la economía argentina que heredará el próximo Gobierno. Para comprender la magnitud del problema, vale mencionar algunos datos sobre el fenómeno Leliq. Surgidos en la gestión de Luis Caputo en el Banco Central (103 días entre el 14 de junio al 15 de septiembre de 2018), fueron ideadas como mecanismo para desmantelar la bomba de tiempo de las Lebac. Durante su gestión el dólar se movió de los $28,40 a 38,88 pesos, aplicando una política de tasas de 40% en promedio. A la salida de Caputo, las Leliq adquirieron una importancia clave, al convertirse en el instrumento fundamental de la nueva gestión de Guido Sandleris como mecanismo de contención del mercado cambiario. En un plan negociado directamente con el FMI, comenzó en septiembre de 2018 a acelerarse el nivel de las tasas, hasta llegar a porcentajes extravagantes. El récord de las tasas llegó el 2 de mayo pasado, cuando treparon al 74,07%. Un día antes, el Gobierno anunciaba el nuevo acuerdo con el FMI, por el cual podría utilizar dólares del stand by para intervenir en el mercado cambiario y, en consecuencia, manejar el precio del dólar de cara a las PASO del 11 de agosto; logrando una pax cambiaria que, a los tumbos, se mantiene hasta hoy.
La consecuencia de esta política monetaria en la economía real es inevitable. Estas tasas que logran el cetro de las más altas del mundo impiden cualquier tipo de reactivación de la economía, haciendo desaparecer cualquier tipo de atisbo de crédito en el país. Tanto para las grandes empresas como para las pymes. Para los préstamos hipotecarios, prendarios y para el consumo. Para los descuentos de cheques o en el ámbito de las transacciones de pagarés o facturas de crédito. En síntesis, Argentina es desde hace 11 meses un país que se mueve sin financiamiento serio y lógico, dejando a sus ciudadanos y empresas a la deriva en una recesión que quizá ya llegó a su piso, pero que tiene pronóstico de resolución reservado.
Los números hablan solos. El stock de Leliq se encuentra en 1,2 billones de pesos. Representa el 40% de las reservas y el 85% de la base monetaria. En los últimos 12 meses el stock aumentó un 584%, con colocaciones actuales al 59% anual en promedio, y sin proyecciones cercanas de una evolución descendente lo suficientemente sólida como para que anticipe algo parecido del renacimiento del crédito en el país.
Ante el panorama, hay consenso entre los economistas de que las opciones de salida del problema son pocas. En la primera, en modo optimista y a medida que baje la inflación y haya una recuperación leve en la demanda de dinero para sostener el mercado local (sin fuga de divisas), el BCRA podría ir desmantelando el esquema paulatinamente. El resto de las opciones, todas, incluyen medidas temerarias y peligrosas. Una opción podría ser canjear la masa de Leliq por bonos del Estado que reemplacen Letras intransferibles. Su aplicación debería ir acompañada de un plan de apoyo a los bancos que no puedan soportar la falta de liquidez. Una tercera opción sería cubrir el desmantelamiento con emisión monetaria, dejando correr el tipo de cambio para luego vender reservas a un nivel superior del dólar para liquidar las Leliq. Se podría además pensar en esquemas dolarizadores, hoy propuesta sin apoyo popular. Finalmente quedan las medidas cuasi suicidas: default, plan Bonex, cepos o similares ya aplicados en la triste historia de la economía criolla. Cualquiera de estas últimas opciones arrojaría al país al ostracismo financiero mundial por décadas.
FUENTE : AMBITO .- Por Carlos Burgueño