José Mariano Figueroa curtió sus manos en el glorioso ingenio Concepción hace más de 50 años. No hacía falta que se lavara las con agua y jabón para secarse el sudor de la frente y del cuello. Tampoco miraba a los costados si alguien tosía por el humo de la zafra. Ni mucho menos reparaba en besar y abrazar a su familia cuando llegaba con el sueldo intacto para darse con el gusto del mes, el permitido del fin de semana, la parrilla llena o el paseo por la ciudad.
Este viernes 3 de abril, con 78 años, aquel hombre es el mismo hombre, pero con otra realidad. José Mariano Figueroa fue como miles de jubilados y jubiladas a cobrar la mínima después de sus años de trabajo en el ingenio y unas temporadas en una fábrica de heladeras en Buenos Aires. A diferencia de otros adultos mayores, no hizo la cola desde la madrugada a la intemperie separado por dos metros de otro jubilado igual que él, de todos los José de esta historia.
Don José tiene alzheimer y un problema de próstata que le impiden todavía más estar en la calle durante tantas horas para llegar primero a la fila. Entonces esta mañana fue llevado en auto por su cuñado Ricardo y su sobrina: “Llegamos a la cola del banco, en la parte de los discapacitados, y los policías nos pidieron que lo dejáramos haciendo la cola. No se podía acompañarlo. Entonces desde el auto lo veíamos, estábamos atentos, pero en un segundo se armó un alboroto en la fila y ya no lo vimos más”.
Lo que pasó fue lo que pasa cuando las veredas se desbordan en Tucumán y en cualquier ciudad de la Argentina, cuando la Policía se ve superada y en un momento se desmadra todo, una señora se desvanece, otro la abanica, alguien se cuela, se arma el revuelo, la efectiva policial intenta establecer el orden, vuelve a pedir que mantengan la distancia y es en ese momento, en ese preciso momento, que José desaparece: “Lo habíamos dejado con la reposera para que estuviera sentado, pero con todo el revuelo se enojó y se fue, desapareció, no lo vimos más. Bajé del auto a buscarlo y una señora me dijo que se había ido con la sillita. No hay palabras para explicarte la desesperación”.
“Le había explicado a la policía que tenía alzheimer. Cuando quiso poner orden y les pidió que se alejaran un poquito, a dos metros, José empezó a enojarse. Parece que no se quería sentar, y cuando le volvieron a pedir distancia se enojó y se fue. Me contaron que cuando estaban acomodando se fue para atrás y no volvió más. Lo buscamos en todos los bancos del centro, en el Industrial, en el Macro, en el Santiago del Estero, en todos”.
Al volver a su casa sin José, Ricardo colocó un aviso en las redes sociales y estaba por mandar la foto a Canal 10 cuando una sobrina de Alto Verde lo llamó para decirle que lo había encontrado en la sucursal del Gómez Pardo de Concepción que queda sobre la ruta: “Mi sobrina estaba haciendo las compras cuando lo vio perdido entre las góndolas. No sabía qué decirle, ni cómo había llegado. Es un misterio cómo hizo para llegar desde el centro hasta ahí. Se fue sin cobrar y no tenía plata. Con alzheimer y el problema de próstata, es un misterio que tampoco él sabe explicarnos”.
Con la reposera dejada en algún lado del camino entre el centro y Concepción, José llegó hasta ahí recordando que tenía unas hermanas en la zona. Más allá del alivio del final, su cuñado Ricardo sostiene: “Estaba un poquito desorganizado todo en los bancos. Había que darle prioridad a los jubilados y los lunes a los planes y a los que cobraban los 10 mil pesos. Era un caos en todos los bancos, la policía hizo lo que pudo. No podemos pedirles más. Lo que me preocupa es que mañana o el domingo cuando lo lleve, pueda pasar lo mismo. José está sin plata y necesita cobrar. Ya no puede salir solo, voy a tener que ingeniármelas para acompañarlo a la distancia y ver cómo entrar al banco hasta que tener el poder. No queda otra”
fuente: contexto- eltucumano