
Cuando el peronismo me acompañó como noción de la vida misma, creciendo con él desde la infancia, como un legado familiar, casi genético, expresar una opinión sobre el presente, se vuelve complejo. Discurren la historia vivida, la conocida y la estudiada. Los conceptos doctrinarios. La práctica. Los resultados. Los triunfos y derrotas. La proscripción y la resistencia. El luche y vuelve, el Perón o muerte. El Patria sí colonia no. Nuestros encarcelados. Nuestros exiliados. Nuestros muertos. Nuestros desaparecidos. Pero, sobre todo, nuestras inclaudicables banderas que sintetizan la revolución inconclusa que el pueblo argentino merece y espera. La Comunidad Organizada, como ideología y propuesta del ejercicio responsable de la libertad individual, en armonía y procurando, la realización del conjunto social, bajo la tutela del Estado, como moderador y garante del desarrollo nacional.
Resulta más complejo aún, analizar el peronismo hoy, si posamos nuestra visión en la dirigencia que gobierna Tucumán. En éste caso, se antepone el hartazgo. Una profunda repulsión por la desarticulación del movimiento como gestor de política y participación directa del pueblo, como por la usurpación de las herramientas partidarias e institucionales que debieran consagrarlas. Una mezcla de indignación y frustración por el protagonismo excluyente de “ocupas”, impostores que no sienten y comprenden el peronismo. Que, en el mejor de los casos, reniegan de su procedencia popular, y tienen desdibujada la conciencia nacional, diluidas las convicciones si alguna vez las tuvieron, y carecen de genuina solidaridad y gratitud con el pueblo, que, por tener internalizado todo de lo que ellos adolecen e ignoran, sigue votando las listas que usufructúan el nombre y el legado del General Juan Perón, del Partido Justicialista y del Movimiento Nacional, Popular y Democrático.
El Justicialismo en Tucumán, desde la recuperación de la democracia en diciembre de 1983, entregó sus votos por más de veinte años, a personajes que nunca leyeron a Perón, y, para peor, ni dedicaron tiempo y sacrificio de sus vidas, para militar políticamente. Advenedizos, faranduleros, extraños, que desconocemos y nos desconocen. Todos enriquecidos o sobrenriquecidos con el ejercicio de la función pública, pero, sobre todo, descomprometidos con el proyecto nacional y popular, del que desconocen sus bases, ni viven sus anhelos, por una Patria libre, justa y soberana.
Tanto peor si enfocamos el análisis en la conducta de quienes fueron y son sus socios, habiendo sido emergentes de nuestras filas. Esos que disfrutaron y disfrutan de la asfixia de los dirigentes intermedios y de base del movimiento. Esos que acallaron a los compañeros, que marginaron a las organizaciones populares o contribuyeron a su degradación. Los que atomizaron la representación del interior de la provincia, hasta dejar sus poblaciones sin referencias sólidas y genuinas, para poder manejarlas a discreción. Esos prostituidos compañeros que brindaron el conocimiento del territorio, para mercantilizar y precarizar la participación política, eliminando la idea y crecimiento de nuevos dirigentes movimientistas, preparados para el trabajo activo, directo y permanente, sin capataces ni exclusiones. A ellos los sustituyeron por meros punteros electorales a sueldo, que reparten insultantes dádivas por votos, en tiempos de comicios. Expertos en un asistencialismo especulador, carente de solidaridad social.
Les aseguro que a Perón no lo derrocaron en 1955 por hacer estas cosas, propias de las señoras gordas de la Sociedad de Beneficencia, por las que tanto asco sintió Evita.
Esto que vivimos en Tucumán, sí que es “populismo”. Una degradación del concepto de lo “popular”. El repartir migajas indignas, para entretener y mantener a un pueblo sin ideales. Sin objetivos. Sin luchar por sus derechos humanos. La educación. El trabajo. La vivienda. La salud. La seguridad. Salarios y jubilaciones que permitan la movilidad social ascendente.
El Peronismo es otra cosa. Representa un Movimiento popular, nacional y democrático, dueño de un proyecto que propone una revolución, que acompañe en el tiempo, los cambios evolutivos y culturales de toda sociedad. Persigue la recuperación, profundización y consecución de nuevos derechos sociales y políticos. El Peronismo está comprometido desde la irrupción del pueblo trabajador, como actor protagónico, en la historia política argentina, en octubre de 1945, con la construcción de un modelo de Nación solidaria, por el imperio de la justicia social, consagrada en derechos legislados en normativas inclusivas. De una Nación soberana e integrada a los pueblos del continente, como precondición para convivir en igualdad y multilateralidad con el mundo.
En Tucumán nadie defiende las políticas de nuestro gobierno nacional, frente a los mezquinos, mentirosos y descerebrados, avances de los que dejaron nuestra patria arrasada, por una pandemia económica y social, a la que endeudaron para articular un saqueo mediante la fuga de cien mil millones de dólares. Sin descuidar sus objetivos, desarticularon el Estado, dejándolo inerme frente a la sorpresiva pandemia mundial, derivada del covid-19. Nadie habla o propone políticas justicialistas, que modifiquen en nuestra provincia la matriz productiva, la excesiva concentración económica en pocas manos, la falta de oportunidades, el desarraigo, la falta de trabajo. Nadie recuerda nuestras gestas victoriosas o dolorosas.
Todo es vacío y mediocridad. Ausencia absoluta de política. No hay un ámbito de discusión y análisis. Las elecciones se suceden, sin plataforma política, sin propuestas, sin programa. No hay internas reales en nuestro Partido Justicialista. Cuando algún compañero se presenta, días antes lo bajan por algún mecanismo espurio. Para sostener un sistema en el que la política, lejos de ser lucha, pasó a ser un medio de vida y poder en beneficio personal, se articularon mecanismos de elección que se iniciaron con los sublemas, luego con acoples y otros instrumentos por el estilo, tipo colectoras, que aportan votos a la fórmula principal, sin que ninguno de los que sale a conseguirlos para ser legislador o concejal, tenga ningún compromiso con los votantes y menos con la doctrina justicialista. Además, lo hacen, mediante el más crudo y hasta cruento uso de aparatos electorales, que cartelizan barrios y circuitos, sostenidos en recursos económicos, no todos en condiciones de sortear con éxito, una investigación tributaria o de la justicia penal, sobre todo, la federal. Éstos, son cargos y espacios de vital importancia para la construcción del modelo que propugnamos, pero están desperdiciados.
La verdad, se me haría difícil distinguir las diferencias en políticas de fondo, entre éstas administraciones encaramadas en nombre del Justicialismo, si procurara diferenciarlas con las que podrían realizar representantes del PRO, UCR, etc.
Agregando una patética faceta comarcana, merecen un párrafo aparte, las dinastías familiares que mantienen el sometimiento territorial de los votantes, sumergidos en la desesperación y la miseria. Si algún personaje ya no puede seguir siendo intendente, pasa a ser legislador y deja a su esposa de candidata en el municipio y a uno de sus hijos para concejal. Si puede poner alguien más, tipo diputada nacional, “para cubrir el cupo femenino”, siempre habrá una cónyuge dispuesta.
También están los amigos. Todos esos ministros y funcionarios puestos a dedo, desconocidos para la militancia, que, para peor, colocan secretarias vistosas, que no tienen ni la menor idea, ni ellas ni sus jefes, de quienes fueron los responsables de ir puerta por puerta, buscando el voto popular, y que tratando de mantener viva la llama del peronismo en su barrio, procuran conseguir alguna mejora o solución para el problema de un vecino, justamente, en los lugares donde ellos calientan las sillas y cobran sus sueldos. Como si fuera eso poco, esos mismos ministros o funcionarios desconocidos, van al territorio usando sus cargos, a tratar de inventarse como políticos, ignorando a nuestros compañeros en barrios y localidades, repartiendo como si saliese de sus bolsillos, los elementos de ayuda con los que cuenta el Estado.
Lo realmente abominable, es que estos intrusos consideran que eso es hacer peronismo. Bastardearon todo. Ensuciaron todo. Degradaron todo. Y para peor, se sienten cómodos.
Por dar sólo un ejemplo de miserabilidad. La ciudad de Tucumán se convirtió desde hace años, en una especie de Venecia escatológica, con sus calles surcadas por líquidos cloacales. En las instituciones responsables, tanto municipales como del Ejecutivo, entre legisladores nacionales y provinciales, encontramos en distintos cargos, a personas que compartieron antes, espacios políticos y responsabilidades, durante distintas gestiones provinciales o nacionales. Pero todos se echan la culpa para no hacer, para no afrontar el problema.
Si no podemos solucionar ni ese tema, o que dejen de quemar la caña, de envenenar los suelos, de distribuir droga, de asaltar en los semáforos, de proteger a la infancia que mendiga en las calles, de brindar condiciones dignas de vida en los barrios periféricos, qué podemos esperar en la pretensión de seguridad o desarrollo provincial.
A mis compañeros les expreso, que sólo espero poder estar al lado de los que deseen blandir el bastón de mariscal que el General nos dejó en cada una de nuestras espaldas. Que, con la frente en alto, como argentinos y peronistas, salgamos a organizarnos para recuperar la conducción del movimiento nacional y su herramienta electoral, el Partido Justicialista que, en tiempos de dispersión como el presente, pasa a cumplir un rol mucho más preponderante.
La derecha se ha radicalizado. No tienen pudor por expresar su odio de clase. Su repugnancia por los humildes y, sobre todo, por la política. Esa derecha racista, violenta y siniestra, es la antipolítica. Para ellos, en la Argentina que creen les pertenece, sobran millones de negros de mierda. No tienen escrúpulos ni pudor. Los anima y une el antiperonismo que los desplazó el 24 de febrero de 1946, para construir la Nueva Argentina, obligándolos a compartir sus utilidades y controlar sus sistemas financieros, de producción y exportación. Repudian ese peronismo que generó la industria nacional y obligó a los agrogarcas y nuevos ricos, a valorar la dignidad social del trabajo, como fuente del bien común, núcleo de la organización social y base del desarrollo económico. Por eso nos derrocaron. Por eso nos odian.
Generemos un espacio de debate y propuestas. Hagamos oír nuestra voz. Nuestro compromiso social. Nuestra formación política. Exijamos a nuestros gobernantes y legisladores, que implementen políticas de Estado, que promuevan el ascenso social, sin clasismo.
No se trata de promover divisiones ni vanguardismos. Es ridículo pensar un kirchnerismo por fuera del peronismo, como si Cristina no compartiera y hubiera diseñado con inteligencia, entereza y generosidad, el Frente de Todos.
No se pueden reeditar errores. El PERONISMO SOMOS TODOS.
Miguel Nacul, militante y abogado.Ex dirigente gremial, secretario general de las 62 Organizaciones Peronistas. Delegado normalizado del PJ. Diputado nacional por Tucumán periodos 1987/1991 y 1991-1995. Fuera de todo cargo, incentivó la recuperación del legado de Manuel Belgrano y construyó la Escuela de la Patria. Principal impulsor de la creación del Parque Nacional Aconquija.
fuente: periodico movil