China y Australia están enzarzadas en un pulso geopolítico en el Pacífico Sur que tiene implicaciones globales.
Durante el último año, ambos países han ventilado públicamente sus diferencias dejando a la vista el rápido deterioro de sus relaciones.
Pero las tensiones empezaron a surgir mucho antes.
En 2018, Australia comenzó a acusar a China de inmiscuirse en sus asuntos internos, tras lo cual aprobó una ley en contra del espionaje y la interferencia foráneos.
Además, prohibió que sus empresas de telecomunicaciones adquirieran equipos de tecnología 5G de la compañía china Huawei, alegando motivos de seguridad nacional.
Tras el inicio de la pandemia del coronavirus, el gobierno del primer ministro Scott Morrison abogó por una investigación internacional sobre el origen de la enfermedad, lo que fue interpretado en Pekín como un ataque en su contra.
El diario Global Times, perteneciente al Partido Comunista de China, acusó a Morrison de aventurero y advirtió que el daño en las relaciones bilaterales podía ser “irreparable”. Una amenaza relevante al proceder del principal socio comercial de Australia.
A partir de entonces, Pekín comenzó a poner trabas al intercambio bilateral, imponiendo elevados aranceles a los productos como la cebada y el vino de Australia, dificultando las importaciones de carne de vacuno y prohibiendo la compra de madera y carbón australianos, entre otras medidas.
En noviembre de 2020, días después de que un informe del gobierno australiano halló “evidencia creíble” de que soldados de ese país mataron a 39 civiles durante la guerra en Afganistán, un portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores de China publicó en Twitter una imagen manipulada en la que aparecía un soldado australiano colocando un cuchillo en el cuello de un niño afgano.
Apenas dos horas más tarde, el primer ministro Morrison apareció en televisión exigiendo una disculpa del gobierno del presidente chino, Xi Jinping.
Sin embargo, Pekín no retrocedió. “No es China la de que debería estar avergonzada, sino Australia”, dijo entonces una portavoz del ministerio de Exteriores chino.
Pero ¿qué hay detrás de todos estos enfrentamientos?
“Guerra política”
“Básicamente, lo que está sucediendo es que China está librando lo que se conoce como una guerra política contra Australia“, dice Malcolm Davis, analista sénior en estrategia y capacidad de defensa del Instituto Australiano de Política Estratégica en Canberra, a BBC Mundo.
“Pekín ha escogido una serie de cuestiones para presionarnos, incluyendo su capacidad para usar el comercio y las inversiones financieras como una forma de coerción. También ha tenido una interferencia directa de China en nuestros asuntos internos políticos y económicos para tratar de controlar nuestra infraestructura crítica. Y mientras nosotros más rechazamos esto, ellos aumentan más la presión”, agrega.
Davis señala que Pekín comenzó a molestarse cuando Australia se negó a usar los productos de Huawei en sus redes de telecomunicaciones 5G.
“Eso le habría dado al gobierno chino control sobre nuestras redes de comunicaciones y a ellos les molestó que no nos doblegamos ante su voluntad”, apunta.
Ante este tipo de señalamientos, Huawei ha dicho que las autoridades chinas nunca le han pedido que ejecute labores de espionaje y que, si eso llegara a ocurrir, se negaría a cumplir “de forma categórica”.
Taiwán y la diplomacia de la deuda
Más allá de las tensiones bilaterales, la creciente influencia de China en el Pacífico Sur, en el entorno geográfico más próximo a Australia, también es motivo de preocupación para ellos.
Pekín ha estado prestando dinero para la construcción de grandes obras de infraestructura en lugares como Fiji y Vanuatu.
En este último financió un monumental centro de convenciones internacionales que se encuentra en desuso y sin fondos para su mantenimiento, así como un enorme puerto valorado en US$90 millones con capacidad para acoger cruceros y servir como vía para la exportación de los productos agrícolas del país.
Malcolm Davis considera estos préstamos como parte de una estrategia de Pekín para hacer caer en una trampa a estos países usando la “diplomacia de la deuda”.
“China está tratando de hacer que estos países acumulen enormes cantidades de deuda para que luego, cuando no puedan pagarla, tomar el control de esos activos en esos territorios y ponerlos a su servicio”, dice.
“Usan la diplomacia de la trampa de la deuda para coercionar a estos estados pequeños y conseguir un punto de apoyo allí y poder controlar instalaciones críticas que puedan usar en el futuro para proyectar su poder, incluido el militar, en la región del Indo-Pacífico y en el Pacífico suroccidental”, agrega.
Alicia García Herrero, economista jefe para Asia Pacífico en el Banco de Inversión Natixis e investigadora del Think Tank Bruegel, coincide en señalar que los préstamos que realiza China en esta región no están motivados por razones puramente económicas.
“Al final son unos 13 millones de personas esparcidas en 12 islas. O sea que, desde luego, no va a ser el mercado lo que atrae a China a este lugar tan remoto del mundo”, dice Garcia a BBC Mundo, haciendo referencia al interés de China tanto en Melanesia como en Micronesia.
La experta señala que Pekín tiene gran interés en esta zona pues allí está el “cordón umbilical” de Taiwán en el mundo, donde aún tiene presencia diplomática esta isla que China considera como una “provincia rebelde”.
“En estas islas del Pacífico la influencia de Taiwán es mucho más importante, sea geográfica e histórica, incluso cultural y racial. Así que yo diría que no cabe la menor duda: es el único motivo por el que China presta de manera tan brutal en esta parte del mundo”, agrega.
García recuerda además que en los últimos años durante las reuniones de la Asamblea Popular Nacional de China, máximo órgano legislativo de ese país, al referirse a Taiwán y Hong Kong ya no se hace mención a que solamente se utilizarán métodos pacíficos para lograr la reunificación con estos territorios, dejando abierta la puerta para un conflicto armado.
El temor a la amenaza militar
Esa posibilidad es causa de alarma en Australia.
“Nos preocupa que China actúe contra Taiwán en un futuro muy próximo, entres 12 meses y los próximos cinco años. Si lo hace, obviamente Estados Unidos se verá forzado a responder para defender a Taiwán y ellos esperarían que Australia los apoye. Eso haría que entremos en un conflicto militar con China, lo que abriría todo tipo de posibilidades incluyendo que Pekín nos ataque militarmente o ejerza la coerción económica contra nosotros. Desde esa perspectiva es una gran amenaza”, señala Davis.
El experto cree que, más allá de la posibilidad de un conflicto armado por Taiwán, la creciente influencia de China en la región puede derivar en una mayor presencia militar de ese país en la zona poniendo en peligro a Australia.
Menciona en particular los planes de China para construir un gran centro de pesca -valorado en unos US$200 millones- en la isla Daru de Papúa Nueva Guinea.
“Esas instalaciones podrían dar apoyo en el futuro a la Armada de China o a su Guardia Costera, que potencialmente tendrían sus embarcaciones a solo 200 kilómetros de la costa australiana”, afirma.
“Que China logre expandir su presencia en esta zona es algo que cambiaría de forma fundamental nuestra situación estratégica pues por primera vez desde 1942 nuestra costa este estaría bajo la amenaza de una potencia extranjera hostil“, añade.
Hasta ahora, sin embargo, las grandes infraestructuras que ha financiado China en el sur del Pacífico son formalmente de carácter civil o comercial.
Lo que ha ocurrido en otros lugares del mundo es que China terminó controlando las obras que financió.
Ese fue el caso, por ejemplo, del puerto de Hambantota en Sri Lanka que se construyó con un préstamo chino de S$1.100 millones y resultó un fracaso comercial.
En 2017, quedó en manos de Pekín con un acuerdo de alquiler por 99 años, luego de que el gobierno esrilanqués se vio en aprietos para honrar sus muchas deudas.
Desde entonces se habla sobre la posibilidad de que China quiera usarlo para patrullar el océano Índico.
En Pakistán, China financió la construcción del puerto de Gwadar, el cual controla desde 2013.
Se trata de una obra con interés comercial, pero también con valor estratégico pues se encuentra en la ruta marítima que conduce hacia el estrecho de Hormuz, por donde transita gran parte del petróleo procedente de Medio Oriente.
En los últimos años, han circulado informaciones sobre supuestos planes militares de China para esa instalación.
Entre estos se cuenta un artículo de la revista Forbes de junio de 2020, según el cual Pekín construyó un complejo de alta seguridad en el puerto, lo que podría ser un paso previo al establecimiento de una base naval.
Davis teme que este sea el destino del puerto construido por China en Vanuatu, donde pueden atracar cruceros pero también destructores y otros poderosos barcos de guerra.
“El mar Caribe de China”
La búsqueda por parte de Pekín de una mayor presencia e influencia en el Pacífico Sur tiene para Malcolm Davis un objetivo final: sustituir a Estados Unidos como la potencia de referencia en la región.
“China intenta poner fin a la primacía estratégica de EE.UU. en el Indopacífico y crear en su lugar un orden regional encabezado por ellos. Si pueden dividir a los aliados estadounidenses y coaccionarlos eso hará más fácil para Pekín lograr ese objetivo”, apunta.
“Esto es un pulso entre China, por un lado, y la alianza occidental que incluye a Australia y a Estados Unidos, por el otro, para ver quién emerge como la potencia dominante en la región del Indopacífico en el siglo XXI. Y nosotros estamos en la primera línea de esta competencia”, agrega.
Rodger Baker, vicepresidente de análisis estratégico de Stratfor/Rane, una plataforma de inteligencia geopolítica, coincide con esta idea al señalar que Australia quedó en medio de una lucha por la hegemonía regional entre Pekín y Washington.
“China quisiera que el mar de la China Meridional y el mar de la China Oriental fueran como su mar Caribe y ser la potencia dominante allí; y Australia se encuentra al borde de esa zona”, dice Baker a BBC Mundo.
Afirma que China quiere moldear la forma como es vista en la región y, al mismo tiempo, ha intentado transformar el ambiente regional para crear brechas en las alianzas de Estados Unidos y lograr que los países reconozcan que ir en contra de ella puede traerles consecuencias negativas.
Baker explica que desde el punto de vista de Pekín estas acciones tienen también un componente defensivo.
“Los chinos han visto su vulnerabilidades internacionales. Saben que son dependientes del comercio marítimo internacional y ven que Estados Unidos y sus socios tienen la capacidad de cerrar el acceso de China a sus mercados clave y a sus proveedores. No se trata de que necesariamente EE.UU. hará eso, sino de que tiene el control del espacio marítimo y, gracias a sus alianzas, tiene esa capacidad”, señala.
La sola presencia masiva de fuerzas estadounidenses en Australia y en Micronesia constituyen, para Alicia García Herrera, un incentivo para que China quiera establecer bases militares en esta zona del mundo que resulta estratégica para ella, entre otras razones, por el tema de Taiwán.
“Tampoco hay que ver ‘maldad’ en esto, pues Estados Unidos habría hecho lo mismo”, apunta.
Baker, por su parte, asegura que China se ve a sí misma como una potencia global emergente, no solamente como una potencia regional, y que siente que representa al “sur global” que está luchando en contra de una serie de normas internacionales establecidas por un grupo pequeño de países del Norte del Atlántico: Estados Unidos, Canadá y Europa occidental.
“China ha visto cómo Estados Unidos la identifica como un competidor y como una amenaza estratégica y actúa en consecuencia. Así que sí, hay un componente defensivo en lo que están haciendo al buscar puntos débiles en la coalición que lidera EE.UU. para intentar romper su cohesión”, afirma.
“Los chinos han sido excelentes estudiosos de la Guerra Fría y quieren evitar que Estados Unidos sea capaz de construir una coalición global para contenerlos o constreñirlos”, concluye.