“En la política económica de este gobierno debe buscarse
no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor
que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.”
Rodolfo Walsh, Carta Abierta a la Junta Militar, 24 de Marzo de 1977″
1. La Paradoja y la Hegemonía.
Sondeos recientes han arrojado que, entre la población tomada como muestra, el 51% aprueba el gobierno pero un 67% manifiesta estar insatisfechos con su gestión. “No me satisface lo que me hace, pero lo apruebo”. ¿Cómo podemos ensayar una explicación a esta paradoja?
El discurso del presidente Milei, esto es, el mensaje simbólico con el que pretende representar la realidad de manera totalizadora, hoy es el discurso hegemónico. Hegemónico significa que es dominante, que se impuso sobre los otros discursos solidarios y humanistas. Por ello, el mensaje preponderante de la Argentina de hoy es egoísta, cruel, violento y clasista. La propuesta de bienestar individual detrás de ese mensaje no tiene anclaje en la experiencia concreta ni en la lógica. Pero lo mismo es aceptado como verdadero por la mayoría. Alcanzar la hegemonía es eso: que la mayoría crea que lo que vos decís es verdad, sin importar que lo que digas sea un disparate.
El discurso de que el poder de los reyes provenía de Dios, funcionó bastante bien para someter a toda la sociedad Europea durante la Edad Moderna. Hasta que llegó la Edad Contemporánea. Guillotina mediante, se constato que ese discurso no tenía muy mucho correlato con la materialidad concreta. Pero por el tiempo que duró, fue hegemónico.
Acá aparece Antonio Gramsci. El intelectual italiano enseña que, una clase social, cuando alcanza el poder material en una comunidad, le impone al resto sus creencias, percepciones, reglas, modas, prejuicios, religiones. “Su” sentido común. Su cultura. Y el resto de las clases adopta todo esto subordinadamente, como si fuese funcional y bueno para el interés general. Así, la nobleza impuso la cultura de que sus miembros eran los únicos que podían gobernar. Y los siervos y la burguesía adoptaron estas nociones como propias. Hasta que un día, la burguesía que aspiraba a más, se empezó a preguntar qué tan verdadero era esto. Con las tres revoluciones burguesas (la estadounidense, la inglesa y la francesa) constataron que no lo era. Y advino el capitalismo como cultura hegemónica, la que nos rige hasta el día de hoy.
2. El duna ruinoso.
Esto explica la actitud del conductor del auto viejo, destartalado y herrumbrado, que en una manifestación durante la pandemia, salió con el cartel “todos somos Vicentín”. Era un miembro de una clase subordinada, damnificada por quienes dejarían a su ciudad, la Avellaneda del Norte de Santa Fe, en la pobreza. Pero que sin embargo, defendía con su cuerpo la estafa perpetrada por miembros de la clase dominante. En salvaguarda de un capitalismo predatorio que lo perjudicaba.
Tenemos la sensación, no obstante, que las herramientas conceptuales gramscianas se quedan cortas para explicar el convencimiento del explotado en defender a su explotador. Defenderlo a pesar de una materialidad donde él ya está sufriendo concretamente, al punto de decir “me está haciendo daño, pero lo apoyo”. Como en el sondeo que citáramos arriba. Es como la dinámica retratada por Dostoievski, de un hombre que desea ser esclavizado. Ese convencimiento, ese deseo, es muy fuerte para ser solo determinado porque el individuo estaba rodeado de una cultura que, por saturación, lo terminó convenciendo. Ya hay un 69% que se dio cuenta que el gobierno está haciendo mal las cosas, que lo está lesionando… pero la mayoría aun lo apoya. Y ya no culpan a la entelequia de “la herencia”. Ya se saben deshonrados por este presidente…pero siguen honrándolo. Es algo que excede a la necedad y al masoquismo.
La búsqueda del beneficio individualista al nivel de execrar la justicia social, el desprecio por la solidaridad al límite de llamar maligno a quien predica la caridad, es llevar el discurso capitalista al paroxismo. Nadie hace eso mejor que los libertarios. Sospechamos que esta distopía social se alcanza (no solo) por persuadir a un ciudadano preexistente, corrompiéndolo con la cultura del la bajeza. Se llega porque esa cultura de la bajeza ha parido a su propio sujeto, que la reproduce. Desde su nacimiento. E incluso desde su subconsciente.
3. El fantasma.
Fantasma es la traducción al castellano que los psicoanalistas le dan a la palabra del francés “fantasme” (fantasía) y no a “fantôme”, última que corresponde al fantasma que conocemos coloquialmente, esto es, a un espectro que perdura luego de la muerte biológica. La expresión “fantasme” en francés la usa Jacques Lacan indistintamente para denominar la fantasía freudeana (una producción imaginaria que el Yo usa para escapar a la realidad) como también para referirse al “fantasma fundamental”. ¿Qué es ese “fantasma fundamental”?
El fantasma fundamental es un prisma través del cual vemos y entendemos al mundo. Un prisma constituido por símbolos. Esto porque la interacción entre las cosas y el ser humano no es directa. Esta interacción se da intermediada por un conjunto de símbolos, principalmente el lenguaje. Así, el fantasma fundamental es como el velo de maya de la tradición hindú. Un elemento a través del cual percibimos lo que nos rodea, lo interpretamos y lo intencionalizamos. El fantasma fundamental, como velo de maya, no es un objeto invariable. Cada persona tiene el suyo propio, percibiendo subjetivamente las cosas.
Repasemos entonces. Tenemos al sujeto, que es el Ser que hace y conoce. Al objeto, que es lo que no entró todavía en la esfera de la acción o del conocimiento del sujeto. Y a lo subjetivo, que es cuando ese objeto (al fin) ingresa al ámbito de la acción y del conocimiento del sujeto. Lo subjetivo entonces, estará determinado por el velo de maya o fantasma fundamental. No hay neutralidad posible entre la relación del sujeto con el objeto. Así el objeto piedra será en la subjetividad del sujeto albañil, un elemento de construcción. En la subjetividad del sujeto geólogo, un indicio para conocer la formación del planeta. Y en la subjetividad del sujeto manifestante, un arma para defenderse de la policía. No hay una visión unívoca de las cosas. Cada uno las ve distinto, a través de su fantasma fundante. De su velo de maya, el que está tejido con los símbolos del lenguaje.
El fantasma fundante construirá nuestra realidad psíquica. Que una piedra es un objeto para la construcción, o para el laboratorio, o para arrojarlo, no es una irrealidad inexistente. Existe realmente en nuestra psiquis.
Lo que venimos a proponer acá es que, ese fantasma fundante, ese velo de maya, esta tejido con los hilos del capitalismo. Vemos, interpretamos, recreamos al mundo por y para el capitalismo. Es nuestra misma realidad psíquica.
4. Nuestro subconsciente.
Nuestro subconsciente no nos es interno. No lo podemos ir a buscar adentro del cuerpo fisiológico, como habitando nuestro sistema nervioso, de la manera que lo pensaba Freud. El subconsciente se forma externamente en la interacción con el otro, mediada por el lenguaje. Lo que digo no me brota de mis entrañas, sino que uso las palabras que me enseñaron mis padres. Las frases que aprendí en la escuela. Los párrafos en los que me instruí en mi profesión. Los dichos de mis amigos. Los refranes de mi pueblo. Y así. Con todos esos elementos se va a estructurar mi subconsciente.
La realidad psíquica (la que importa en la vida social del ser humano) se forma en el lenguaje y externamente. Las cosas materiales, cuando entraron en interacción con el hombre (que las conoce o las manipula) pasan a ser subjetivas a él. Y cuando no entraron en interacción, se quedan en lo real, fuera del mundo psíquico. No hay palabras para representarlas. Esa realidad psíquica (inmaterial, formada en el lenguaje con el que pensamos y nos comunicamos) es engendrada a través del tamiz del fantasma fundamental. Con ese fantasma, organizamos nuestra vida.
5. El fantasma, un capitalista que constituyó al sujeto.
Y el fantasma hoy es capitalista. Las nociones de externalidad de un subconsciente que, en la interacción lingüística, se forma “afuera” del individuo, las vemos emparentadas con la del ” inconsciente colectivo” de Carl Jüng. Un inconsciente formado con elementos que son comunes a la especie humana, sin importar culturas. Todos los portamos. Pero en la interpretación que tentamos, la cultura y el lenguaje si importan. Y no creemos como Jüng que los elementos del inconsciente colectivo vengan del fondo de los tiempos de nuestra especie. Por el contrario, entendemos que ese inconsciente se modifica y manipula constantemente a través de la Historia. Con manipuladores y manipulados. Y el capitalismo es un gran manipulador.
La visión que proponemos es más profunda que la gramsciana para tratar de comprender el aparato de dominación. En Gramsci, hay una clase dominante que impone una cultura a las clases subordinadas, las que la adoptan como funcional a sus aspiraciones. Pero en Gramsci había un sujeto pre-constituido e individuado. Un sujeto que en su existencia nada crol en una sopa cultural servida por las clases dominantes. Sopa que, por saturación, lo termina permeando. Se la toma a la sopa, le entra por los poros la sopa, no tiene marco de referencia externa para ver si hay otras sopas, y vive en la sopa como la única opción posible. Lo hace de manera ignorante, pero consciente. Hay una división, individuo/sopa.
Con el fantasma lacaniano capitalista, el individuo es la sopa misma. No nada en la sopa. Es la sopa. La realidad psíquica es constitutiva de lo que entendemos como individuo. Y esa realidad psíquica no está adentro del individuo. Al constituirse en la interacción lingüística, se ubica afuera, adentro, trasvasando, en derredor, en el centro. El fantasma lacaniano viene de afuera pero vive en el subconsciente de cada uno. Tal subconsciente es un campo que lo contiene al sujeto. El sujeto no nada en la sopa. Es la sopa misma. Como en la física cuántica, lo que nosotros percibimos como sujetos individuales, son solo los ” grumos” que se forman en esa sopa de manera visible.
El capitalismo va pariendo sus propios sujetos. No adoctrina a un sujeto pre-existente. Directamente lo pare. Y ahí tendremos al individuo de la sociedad capitalista como un ” grumo”, aLIEnado de su felicidad, aLINeado en la sopa de la explotación.
El fantasma de concebir a nuestra existencia como algo que tiene que estar lleno de bienes, que para comprarlos nos las tenemos que arreglar por nuestra cuenta, con nuestro propio e individual esfuerzo, de levantarnos temprano, de trabajar duro, de capacitarnos aprendiendo para producir más y de manera veloz; todo eso no tiene nada que ver con una materialidad natural y preexistente. Es ese el fantasma capitalista que fantasea la idea de producir eficientemente y consumir en cantidades, todo para absorber esa producción. Nuestra realidad psíquica responde a eso. Y ni estamos al tanto. Más precisamente, nuestra realidad psíquica no responde a eso. Nuestra realidad psíquica ES eso. Lo tenemos tanto adentro como afuera. Somos la sopa. De allí que nos auto-explotemos sin preguntarnos para que, ni cuestionarnos. De ahí que corramos en auxilio del explotador cada vez que podamos.
6. Los libertarios, el culto al padecimiento y la venganza de la materialidad.
Los libertarios son los que más claramente en este tiempo han sabido vibrar en la frecuencia de nuestra realidad psíquica. Lo lograron porque rompieron ataduras morales, y expresan mejor que nadie el egoísmo, la crueldad y desprecio por el otro ínsito en la sopa capitalista. Pero adolecen de un problema para concretar sus propósitos. Es que, al margen de lo que diga la realidad psíquica, la realidad material, al último, se termina vengando.
En nuestro velo de maya podremos ver que la tierra es plana y que el cambio climático es puro cuento. Pero llega el día que los polos se derriten y los de la costa nos morimos inundados. Acaece el momento que el sueldo no nos alcanzó siquiera para pagarnos el colectivo que nos lleva al lugar donde nos explotan. Ni para alimentarnos para trabajar duro en esa explotación. Ya ni siquiera podremos auto-explotarnos.
Para liberar individuos, el materialismo dialéctico de los que simpatizamos con tradiciones de izquierda, en este momento, no nos está resultando útil. Hacer evidente la injusticia no funciona, porque es la injusticia lo que justamente todos quieren. El fantasma capitalista ya ha fundado una realidad psíquica de lo injusto como apetecible. Y no hay un afuera del plato de sopa. Tampoco hay un individuo que, nadando en ella, pueda ser impermeabilizado. La tesis, antítesis y síntesis, están todas adentro
La liberación pasará, entonces, por la construcción de un nuevo sujeto, de una nueva realidad psíquica desde cero. Deconstruyendo en su totalidad la anterior. No actuar sobre el grumo (que es algo secundario y consecuente), sino directamente sobre el caldo. Para que no tenga impurezas injustas. Para que no se nos llene de grumos egoístas que malograrán la sopa.
AUTOR:
Javier Ortega
Doctor en Derecho Público y Economía de Gobierno
Docente de la Universidad Nacional de Avellaneda.