Entre los fundamentos del gravamen para vinos y espumantes se destaca que es una “bebida no saludable”. La ciencia demuestra lo contrario.
El flamante anuncio del Gobierno nacional de gravar el “vino tranquilo” 10% y a los espumantes con 17% -ambos con alicuota crecientes a lo largo de 3 años- no cayó nada bien en Mendoza, en especial en el sector productor vitivinícola.
Más teniendo en cuenta que la Ley nacional 26.870 -la que lo declara como bebida nacional- también lo define como un “alimento”.
Además de ser la vitivinicultura el principal motor de la actividad productiva de la provincia, esta declaración y los ya científicamente comprobados beneficios del vino en la salud no han hecho más que acrecentar las críticas.
Sobre todo por su consideración como “bebida no saludable”.
Beneficios
El resveratrol es una de las moléculas presentes en la uva (y, por ende en el vino), y ha sido definida por el ideario popular como aquella “que posee la magia de la eterna juventud”.
Se trata de un antioxidante que ayuda a eliminar algunas partículas peligrosas y neutraliza los radicales libres, facilitando la digestión diaria. Es, precisamente, el componente que alimenta y sustenta la recomendación de una copa de vino diaria en beneficio del corazón.
Durante un congreso internacional que tuvo a este componente como foco y que tuvo lugar a mediados de enero en Mendoza, especialistas la resaltaron como la molécula más importante del vino. “En 1997 se descubrió el efecto preventivo de este compuesto químico en cuanto al cáncer, y desde entonces surgieron muchas investigaciones. Hoy hay cerca de 10.000, y hacen del resveratrol algo vital para el organismo con 75 beneficios en todo el cuerpo”, resumió en aquella oportunidad Raúl Pastor, uno de los encargados de comandar la investigación en el instituto de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad del Aconcagua.
“Aumenta la cantidad de mitocondrias en las células musculares, mejora la cognición y la salud cardiovascular, actúa como anti inflamatorio y en el plano de la reumatología. Además reduce el estrés y aumenta las defensas, entre otras cosas”, acotó.
La investigadora del Conicet, Alicia Penissi también lo vinculó a la cura o el tratamiento de enfermedades crónicas, y a la preventivo de enfermedades cardio cerebrovasculares y neuro degenerativas (como el Alzheimer).
Lo que se recomienda es un consumo moderado, y aquí los beneficios van desde una mayor agilidad mental hasta dientes más sanos.
Por los mencionados antioxidantes presentes, está comprobado una copa diaria de vino tinto disminuye el colesterol malo y es una excelente forma de reducir la formación de coágulos de sangre.
De la misma forma, el vino blanco también tiene consecuencias positivas, especialmente en la salud bucal, evitando la formación de caries y gingivitis.
De acuerdo con alrededor de 70 investigaciones que se realizaron recientemente, el consumo de vino leve o moderado mejora además la agilidad mental y la función cognitiva. Asimismo, tal como demostró la Academia Sahlgrenska (Suecia), también previene la demencia, ya que los mencionados antioxidantes del vino impiden que las arterias se endurezcan e inhiben la coagulación, lo que mejora el riego sanguíneo del cerebro.
El consumo moderado activa además un gen que impide la formación de células de grasa y, al mismo tiempo, moviliza a las ya existentes. Esto fue demostrado por un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) que fue publicado recientemente en Nature. En este sentido, beber vino de una forma moderada puede reducir el sobrepeso y la obesidad al envejecer.
Siguiendo en el plano de los estudios internacionales, una investigación publicada en Faseb Journal sugirió que el resveratrol de las uvas contrarresta además las consecuencias negativas de una vida sedentaria. En ese punto, señalaron que este ingrediente evita la disminución de la masa muscular y la debilidad ósea.
Tanto el consumo de vino blanco como tinto contribuye a la no caída de piezas dentales, según una investigación de la Universidad de Pavía (Italia).
De esta manera, quedó demostrado que la antigua costumbre de tratar infecciones en encías con vino para impedir la caída de dientes tiene un fundamento científico. De acuerdo con los estudios, el vino evita el crecimiento de los estreptococos de la boca, bacterias que provocan caries, dolor de garganta y gingivitis.
fuente: LOS ANDES