
Evangelio según San Lucas 14,1-6.
Delante de él había un hombre enfermo de hidropesía.
Jesús preguntó a los doctores de la Ley y a los fariseos: “¿Está permitido curar en sábado o no?”.
Pero ellos guardaron silencio. Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo curó y lo despidió.
Y volviéndose hacia ellos, les dijo: “Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su hijo o su buey, ¿acaso no lo saca en seguida, aunque sea sábado?”.
A esto no pudieron responder nada.
Comentario
El Señor convive con todo tipo de personas. Acepta la invitación al banquete que Zaqueo organizó justo después de su conversión. También se reúne con un grupo más estrecho de amigos, como Marta, María y Lázaro en Betania. Y no deja de aceptar, incluso, las invitaciones a la casa de fariseos, como vemos en el Evangelio del día de hoy.
Jesús se encuentra ante un enfermo y los fariseos observan la escena. Para los fariseos, el enfermo es solo una ocasión para poner a prueba a Jesús: ¿lo curará en día de sábado? ¿cómo resolverá este problema? No parece que les importe mucho el estado de aquel pobre hombre. Jesús, sin embargo, no entra en esa lógica de sus adversarios. Él no ve en ese enfermo una excusa para tener una discusión sobre la ley. Ve, sobre todo, a una persona que necesita su ayuda: «¿Quién de vosotros, si se le cae al pozo un hijo o un buey, no lo saca enseguida un día de sábado?» (v. 5) Con esta pregunta, Jesús sugiere que los fariseos tienen que cambiar de perspectiva: el enfermo no es un caso para hacer una disquisición teórica, sino alguien ante quien no se puede permanecer indiferente.
En la acción de Cristo vemos cómo la caridad nos dirige hacia la persona concreta. Nos da esa mirada sencilla, que no se deja atrapar por prejuicios o ideologías que con frecuencia oscurecen las necesidades reales de los demás. La caridad nos hace conectar con las personas y entrar en su mundo interior. Una vez realizada esa conexión, es mucho más fácil y natural encontrar solución a las situaciones problemáticas que puedan atravesar.