Hace cuatro años se hizo el primer anuncio, luego reiterado la semana pasada: el 24 de agosto de 2023, Japón dio luz verde al vertido en el océano Pacífico del agua radiactiva – tratada – contenida en los tanques de la central nuclear de Fukushima, clausurada tras el trágico terremoto de 2011.
Durante casi 12 años, Tepco, la empresa japonesa que explota la central nuclear, ha estado lidiando con la acumulación de agua radiactiva, que ha alcanzado más de un millón de toneladas.
El problema
Las aguas subterráneas que fluyen bajo la instalación se contaminan al entrar en contacto con el agua utilizada para evitar que se fundan los núcleos dañados de los tres reactores. El gobierno japonés invirtió el equivalente a 291 millones de euros en construir una barrera de hielo subterránea para evitar que las aguas subterráneas llegaran a los reactores, pero sin conseguir el resultado deseado.
Las protestas
Para China, se trata de una decisión “extremadamente egoísta e irresponsable” que ignora los intereses públicos internacionales. Para Corea del Sur, un acto de terror. Las dudas sobre la depuración efectiva de toda el agua vertida por la central proceden de las asociaciones de pescadores japonesas, preocupadas por la posibilidad de que la decisión provoque una percepción pública negativa de sus capturas y que, por tanto, los consumidores opten por otros mercados.
La postura del OIEA
Por otro lado, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de la ONU ha emitido una opinión favorable al vertido de agua en el Pacífico, y también ha ofrecido su supervisión técnica.
FUENTE:VATICANSNEWS